Fotos | Cortesía | LA PATRIA
Esta reacción a fenómenos naturales se puede observar al amanecer o al atardecer.
Luis E. García*
LA PATRIA | MANIZALES
La creciente adicción a pantallas y pantallitas nos lleva a olvidar la maravillosa naturaleza que nos rodea. Menos mal que estos días nos han regalado unos atardeceres impresionantes que reviven la "edad de los porqué", y muchos se preguntan por el título de este artículo. Intentemos responder el interrogante en un lenguaje no técnico, para que todo buen lector de LA PATRIA pueda comprenderlo.
Estos fenómenos ocurren en todas las regiones del planeta al amanecer y al atardecer, y serán más o menos intensos según las circunstancias atmosféricas. Para entenderlos necesitamos relacionar varios conceptos físicos elementales: longitud de onda, radiaciones y la posición de la Tierra respecto al Sol. Paso a explicarlos.
*Observatorio - Universidad de Manizales
1. Las ondas
Cuando lanzamos una piedra a un estanque se forma una onda que sube y baja, conduciendo la energía del golpe. La distancia entre dos partes altas (las crestas) determina la longitud de la onda. Sirve contarles que vivimos dentro de un océano o campo de ondas invisibles de distintas longitudes; unas son producidas mecánicas (como los ruidos y sonidos) que viajan invisibles por el aire, pero las detecta el oído. Otras, las electromagnéticas -EM- provienen de átomos excitados, como las transmisiones de radio, televisión, celulares, luces y colores.
Por ejemplo, si alguien rompe el vidrio de una ventana cercana, no observamos algo viajando desde el vidrio hasta nuestras orejas. ¿Qué sucede?, pues que el golpe sobre el vidrio genera vibraciones invisibles en el aire, que entran al conducto auditivo, hacen vibrar una membrana (el tímpano) y, después de varias maravillosas transformaciones en el oído interno, la energía de la vibración llega al cerebro y la interpretamos como el sonido de un vidrio roto. Igual, ¿qué hay entre la llama de la estufa de gas y el calor que sentimos? ¿Nada?, ¡no!, viajan radiaciones invisibles de menos de un milímetro de longitud emitidas por los átomos del gas al consumirse. ¿Y qué hay entre el Sol y el planeta Tierra?, ¿luz o oscuridad?, pues oscuridad, porque sus radiaciones son invisibles, y se harán visibles sólo cuando chocan contra un objeto (la estación espacial, nuestra atmósfera o la Tierra).
2. Las ondas EM y la luz
Podemos imaginar los átomos que componen el universo como bolitas sólidas (de protones y neutrones) rodeados de capas de electrones. Cuando los átomos se cargan con energía que proviene de alguna fuente (por frotamiento, combustión, radiación solar, etc.) algunos electrones saltan a una órbita superior y luego regresan a su sitio, emitiendo una onda EM de cierta longitud, según el tipo de átomos afectados; las hay desde muy cortas y dañinas como los rayos X, hasta largas e inofensivas como las de estaciones radiales o de celulares. Entre esos extremos están las ondas que trasmiten la luz y los colores que percibimos gracias a unas células en nuestra retina que son sensibles a radiaciones EM de determinadas longitudes (de 400 a 750 unidades, nanómetros).
El Sol produce radiaciones en todas las longitudes de onda; por fortuna, las más peligrosas se bloquean en nuestra atmósfera, mientras que las de luz visible pueden atravesarla. La onda del rojo es más alargada, mientras que las otras se van apretando como se puede observar en la gráfica.
3. La Tierra al atardecer
Nuestro planeta está rodeado por una capa gaseosa con oxígeno, nitrógeno, vapor de agua, polvo suspendido, etc. Es tan delgada como el vaho de humedad que dejamos en la piel de una manzana cuando exhalamos sobre ella. Ahora bien: al mediodía -hacia las 12:00 m.- el Sol se encuentra en su cenit, sobre nuestra cabeza, y por ello sus radiaciones atraviesan una sección corta de la atmósfera dejando pasar todas la frecuencias de la luz visible; por ello lo vemos de color blanco (pero no se molesten en confirmarlo; dañan sus retinas). Más tarde, hacia las 6:00 p.m., la Tierra ha rotado casi un cuarto de vuelta, el Sol aparece sobre el horizonte y sus radiaciones tienen que atravesar un trayecto más largo: un "campo minado" de gases y partículas atmosféricas.
Y llegamos al meollo de la explicación: Durante ese largo trayecto ¿qué ondas tienen más chance de sobrevivir? Es decir, ¿cuáles pueden eludir las partículas en suspensión, de no chocarlas y así llegar a nuestros ojos?, ¿las cortas y apretadas o las largas y extendidas?, pues desde luego que las largas, correspondientes al rojo. Por ello el Sol se torna de color rojizo o anaranjado en atardeceres despejados y... polucionados. Como prueba indirecta, si ennegrecen un vidrio y lo ponen frente a una luz blanca de tungsteno, el filamento se verá rojo; también, por las tardes hay mayor coloración que al amanecer porque se ha acumulado más vapor de agua y partículas de polución.
En la ciencia natural y en las ecuaciones físicas, también hay belleza.