Foto | LA PATRIA
Intentan recuperar el color original del templo San Lorenzo de Supía.
Benjamín Patiño*
LA PATRIA | MANIZALES
En Caldas, los mayores referentes o hitos urbanos de los municipios son los templos parroquiales, su historia de crecimiento y evolución a través del tiempo.
Supía es de los municipios más antiguos del Departamento. Posee una bella iglesia que congrega no solo orgullo, sino amor, admiración y apego a las tradiciones religiosas colectivas.
Fue inicialmente construida en ladrillo a la vista, proveniente y procesado en la región tradicionalmente alfarera con arcillas de excelente calidad, siendo el único municipio que se da el lujo de producir adobe macizo y hueco de la mejor calidad, así como múltiples derivados ornamentales, pisos y piezas decorativas que surten al departamento y a los vecinos.
Siendo la configuración topográfica de Supía un pequeño valle rodeado de montañas, la iglesia ha sido un ícono visual en el centro de la comunidad y durante muchos años, quizás siglos, lució su belleza orginal de la arcilla del adobe a la vista, con tonalidades rojizas que resaltaban las tres cúpulas plateadas de sus torres laterales y la del altar mayor.
En 1925, con la aparición del cemento en el mundo como gran novedad constructiva, muchas iglesias y edificaciones emblemáticas de diversas localidades fueron revestidas con el revoque producido con el cemento y la arena perdiéndose una armonía y belleza constructiva natural que existía en muchas comunidades municipales.
Cada sacerdote que llegaba a dirigir la parroquia respectiva cambiaba color, textura, materiales y disposición exterior con criterios discutibles y argumentos flojos, a fin de "proteger" las edificaciones religiosas.
En la de Supía se revocaron los basamentos que quedaron exageradamente gruesos y junto con una cornisa que une los basamentos, igualmente exagerada, fueron revestidos para colmo de males en granito lavado que estuvo de moda en los años 50, ajedrezado en dos colores, quedando la iglesia por su frente lateral sobre la vía principal del municipio como un muestrario de materiales de construcción.
Milagrosamente, y por su carácter de pared fachada posterior, se ha salvado su frontis posterior que está intacto con sus características originales que debieron conservarse a través del tiempo, sin intervenciones nefastas. La sensación general, al menos por fuera, es que sucedieron una cadena de desaciertos e improvisaciones.
En la actualidad, y para supuestamente complacer una nostalgia colectiva por el color original producido por el ladrillo a la vista, están pintando las fachadas en rojo colonial, simulando las pegas entre ladrillos con gris basalto, imitando el cemento, que seguramente frente a lo riguroso del clima local y la humedad ambiental se desprenderá y será peor el remedio que la enfermedad.
Es entendible que el proceso de recuperar y corregir errores del pasado sea en términos económicos costoso, difícil e imposible de asumir en la actualidad, pero una falsedad histórica de esta naturaleza no trae más que problemas, desorientación sobre el real componente de la estructura. No le aporta estética al monumento, más bien lo ridiculiza, porque es una máscara que se le está poniendo sobre capas innumerables de pintura de diversas tonalidades que reaparecerán pronto, mostrando texturas ajenas al color natural de la arcilla.
Este proceso ha sido común a varias localidades, salvándose algunas como la parroquia San Antonio de Arma (Aguadas), que fue construida en la colonia y luce orgullosa su aspecto absolutamente original y natural de ladrillo a la vista, conservado amorosa y orgullosamente por su comunidad, siendo corregimiento, tienen más conciencia ciudadana que la de cualquier municipio.
La Diócesis de Pereira, a la cual pertenece eclesiásticamente Supía, parece indiferente frente a todos estos desafueros. Las iglesias han sido levantadas con inmensos esfuerzos colectivos comunitarios y aglutinan el sentimiento de bien común que conserva y resguarda arraigos profundos sobre los valores de la comunidad.
Deberían tener mayor interés sobre dichas edificaciones que, en la mayoría de países, tienen protección estatal, para que no se pierda un patrimonio de inmenso valor estético-arquitectónico y monumental en la región.
Por ese descuido hemos perdido muchas capillas y bellas parroquias de estilo temblorero como lo es la bella Basílica de la Inmaculada en Manizales, en diferentes regiones occidentales de Caldas y de Risaralda, como la de Quinchía que un sacerdote planeó destruir sin mayor consideración y la comunidad se alzó en rebeldía porque apreciaba, amaba y valoraba sus tradiciones constructivas y estéticas.
No sobra decir que el sacerdote tuvo que salir del municipio de noche y escoltado. Supía bien vale la pena otra mirada. Es un polo de desarrollo turística, el clima es una gran bondad de la naturaleza y su gente es su capital más valioso.
Este símbolo de la fe y grandeza ciudadana como lo es la parroquia de San Lorenzo no se debe tratar con tanta desidia. Las autoridades locales también tendrán algo que decir al respecto.
*Arquitecto
Templo San Lorenzo de Supía.