Fotos | Semillero de educación ambiental Nuquí Herping | LA PATRIA
Pequeño caimán alimentándose de un camarón de río.
De manera silenciosa, pero efectiva los estudiantes del semillero ambiental de Jurubirá -corregimiento de Nuquí (Chocó)- le abren paso a la ciencia.
“Antes las personas corrían por los tsunamis, ahora corren por los paracos”, dice Ángela mientras camina a las 6:00 p.m. por la playa. Lo que no ha cambiado es que las personas continúan corriendo ante la presencia de una serpiente.
Felipe Reyes, de 25 años y estudiante de Lenguas Modernas, trabaja para que eso sea diferente. Hace un año, después de notar la riqueza natural y las herramientas que su pueblo le ofrecía para trabajar, decidió crear Nuquí Herping, una empresa familiar dedicada a la prestación de servicios especializados en anfibios y reptiles.
En este camino se dio cuenta de que la consciencia por el cuidado de herpetos (grupo de animales entre los que se encuentran dos clases taxonómicas, los anfibios y los reptiles) era poca, a raíz del miedo.
Pues, en Jurubirá, al igual que en los corregimientos cercanos, los niños se divierten jugando fútbol, nadando y matando pájaros, y cuando un niño mata una serpiente es un héroe. "Los adultos todavía creen que todas las serpientes son malas. Ellos no permiten que una persona más joven les enseñe cómo protegerse de la selva. Dicen que serpiente que vean, serpiente que matan”. Entonces, el objetivo es cambiar las creencias en los más jóvenes.
Rana de cristal esmeralda, una de las más avistadas en la zona.
Clases
Cada 8 o 15 días en la Institución Educativa Pascual Santander, de Jurubirá, se reúne el semillero de educación ambiental de Nuquí Herping, conformado por unos 15 estudiantes para dictar charlas teóricas sobre conservación. Cada mes o mes y medio se organizan las salidas de campo.
El centro poblado está rodeado de agua: al este el río Jurubirá y al oriente el Océano Pacífico. Detrás se encuentran las montañas. Su ubicación lo convierte en un territorio rico en herpetos, insectos y mamíferos salvajes. En cuanto a serpientes, por ejemplo, sobresalen los géneros atractus, conocida como culebra de tierra y micrurus (serpiente coral). Se han registrado para la región ejemplares de 53 especies.
Por otro lado, según lo indican estudios realizados por el Banco de Occidente, de las cerca de 740 especies de ranas que existen en Colombia, 275, el 37%, habitan en el Chocó Biogeográfico y al menos el 60% de ellas son endémicas de esta región. Ocho familias de ranas y sapos están representadas allí, pero las más diversificadas son las ranas de lluvia (familia Leptodactylidae, 116 especies), las arborícolas o plataneras (Hylidae, 44 especies) y las venenosas o kokoi (Dendrobatidae, 39 especies).
Felipe da un ejemplo: “Siempre que vamos a monitorear tomamos fotos y hacemos vídeos. Luego esas fotos se las enseñamos a los estudiantes para que ellos identifiquen la especie y reconozcan su importancia en el ambiente”.
La retroalimentación de los conocimientos impartidos se da en el día a día, cuando un niño rescata una serpiente que algún familiar iba a matar o cuando recoge un pájaro con el ala herida.
Estudiantes del semillero durante una de sus actividades.
Barreras
Para el semillero el camino todavía es largo y espeso, como la selva del Chocó. A pesar de la elevada cantidad de ejemplares, el conflicto armado y el difícil acceso ha creado una barrera entre la ciencia y las especies del Pacífico colombiano. “La mayoría de las entidades se limitan a venir y eso genera que sea un área poco explorada por el conflicto armado”.
Ángela es una de los cerca de 200 jóvenes que habitan el lugar. De ellos, unos 20 se dedican a la educación ambiental de los niños, niñas y jóvenes. Los otros, a las tareas del hogar, la pesca, la agricultura y a esperar un golpe de suerte para encontrar algún kilo de coca en el mar.
El Eln, las disidencias de las Farc y el clan del golfo son los que visitan de vez en vez Jurubirá. Su llegada alarma y atemoriza a los nativos. Pues, el objetivo es extorsionar, robar o comprarles a las personas que encuentren un número considerable de kilos. También llegan a imponer algunas reglas, entre ellas la prohibición de la pesca realizada con trasmallo o redes de arrastre cerca de la costa.
Y aunque la presencia de los paracos sí es una realidad, poco o nada interfieren con las actividades positivas de las comunidades. Las universidades de Antioquia, Montería y Los Andes, por ejemplo, ya arrancaron procesos de investigación en la selva chocoana. Lo que ha posibilitado abrir nuevos senderos y registrar nuevas especies para el departamento.
“El primer conocimiento que llega es el local; el conocimiento común, que enseña que los mejores científicos son los abuelos. Luego llega el conocimiento académico”, comenta Felipe.
Por lo tanto, Felipe espera que con estas prácticas cada vez sean más los alumnos que dejen de salir a buscar un golpe de suerte al mar y que por el contrario se sigan inclinando por la ciencia.
Importancia
La Corporación Autónoma Regional para el Desarrollo Sostenible del Chocó (Codechocó) indica es es importante la conservación de las serpientes ya que "permiten mantener un equilibrio ecosistémico y ser controladores de plagas que pueden transmitir enfermedades y poner en riesgo actividades productivas que se desarrollan en el campo".