Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA
José Ramón Ruiz Marín lleva 40 años como relojero en Manizales. Su relojería Jawaco funciona en la calle 16 número 21-15. Su especialidad son los de péndulo. Sus colegas añoran los tiempos en que este oficio era más popular.
LA PATRIA | Manizales
Los pocos relojeros que persisten en Manizales han heredado el oficio de sus padres o abuelos. Ellos transmiten el conocimiento a sus hijos. Sin embargo, aseguran que cada vez son menos los que se deciden por aprender este arte.
El Sena, recuerdan, tuvo hace 35 años un programa con el que los capacitaba en ese diminuto mundo de segunderos, minuteros, micas y más. De ese proceso salió una generación que dejó historia en la ciudad. “Desapareció ese programa y el relojero tiende a desaparecer también. Deberían retomar el programa”, dice José Fernando Alzate, propietario de la joyería Orient, que lleva 55 años en Manizales.
Esa cosecha de relojeros, formados por el Sena, es evocada también por Francisco José Ramírez, de Joyas y Relojes Ramírez, ubicada en los bajos de la Alcaldía de Manizales. Otro que añora esa época es José Ramón Ruiz, de la relojería Jawaco, en la calle 16 número 21-15, quien se especializó en relojes de péndulo.
“Mecánicos de pulso quedan muy pocos, hubo una escuela del Sena y no volvió a enseñar. Trabajo solo de péndulo, llevo 40 años acá”, comenta José Ramón Ruiz Marín, de la relojería Jawaco, en la calle 16 número 21-15.
José Ramón, en medio del tictac eterno de su taller, hace memoria de su colección en la que incluye un reloj fabricado en 1900. Ha reparado los de la Inmaculada y el de la iglesia de Chipre.
Jhon Sixto Ramírez, técnico desde hace 34 años, comenzó a los 13 años a descubrir los secretos de la relojería, al lado de su padre. “La tradición viene desde el abuelo Sixto Ramírez, le enseñé a mi hijo y ahí vamos. 18 años trabajando en la Orient”. Se ha capacitado y cuenta con las herramientas de punta para dar solución a los nuevos sistemas digitales que llegan en relojería. “La mayoría de técnicos tiene la habilidad para arreglar relojes, pero no las herramientas y repuestos que exige el mercado hoy”, asegura Jhon Sixto.
Cuando le llega un reloj a Jhon Sixto Ramírez, empieza por mirar la batería y pasa a las partes electrónica y mecánica y de acuerdo con lo que tenga hace la cotización al cliente. “Por lo que más se dañan los relojes es por humedad, golpes y el tiempo, pues se requiere mantenimiento. A todos les busco arreglo, hay unos muy complejos, hay que desarmarlos totalmente para mirar si se deben reemplazar piezas, si hay desgaste de piñones”.
Para reparar relojes utilizan equipos como el cronocomparador, sistema digital que indica si el reloj está sucio, adelantado o atrasado; estereoscopio, donde pone las piezas y las proyecta en una pantalla más grande para indicarle al cliente el daño; un tester para probar la parte electrónica del reloj; cimentador o rebobinador; lupas, destornilladores, pinzas. “Todo tipo de reloj tiene su herramienta, prensa, la lupa se utiliza cuando el daño es en una pieza muy pequeña”, indica Jhon Sixto.
Tiempos de oro
La carrera 22, entre calles 25 y 26, conocida anteriormente como la Quiebra del Guayabo, era la cuadra en la que llegaron a funcionar hasta 10 joyerías: Mundial, Delgado, Gómez Hermanos, Corona, La Moderna, Arcoíris, Arbeláez, Rodania, Martillada y Manizales, entre las décadas de los 70 y los 80. Aún continúa la Mundial, ahora en la carrera 20 y dedicada a marcar y vender trofeos. Coinciden en esta remembranza José Fernando Alzate, dueño de la joyería Orient, y Francisco José Ramírez, de Joyas y Relojes Ramírez.
“Hace 25 años todos los relojes eran mecánicos de cuerda y automáticos, luego ingresaron los de baterías. La tecnología ha cambiado con los smartwatch y otros tipos que nos obligan a irnos actualizando. Ahora solamente reparo los de pila, cuerda y automáticos”, dice Francisco José Ramírez Aristizábal.
Francisco José Ramírez Aristizábal comenzó hace 25 años en su oficio, impulsado por su padre, Sixto Ramírez Vargas, quien les enseñó a varios relojeros de Manizales, fue distribuidor de repuestos de relojes a nivel nacional y pionero en este oficio. Hoy su hijo continúa su legado: “Lo veíamos trabajar, nos ponía a desarmar relojes, así los dañáramos, y los volvíamos a armar, así fuimos aprendiendo”, recuerda Francisco José.