Fotos | Luis Fernando Trejos | LA PATRIA
Antonio Ferrera exhibe las dos orejas de su primer toro, Cerillero, de 450 kilos de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo, corrido en primer lugar en la tarde ayer. Se presagiaba una tarde de inmenso sentido taurino.
PREGONERO | MANIZALES
Los muertos que vos matáis no solo gozan de cabal salud, sino que llenan las plazas, desatan ríos de pasión y se van toreando por las calles.
Y más vivos que nunca, dan tardes como la de ayer en la que desagravian a un niño, Marco Pérez, al que el Gobierno le prohíbe hacer lo que más le gusta: ser libre.
Solo por eso, la tarde ya tenía derecho a pasar a la historia. Pero además lo hizo con méritos propios, gracias única y exclusivamente a los tres toreros y a un toro, el quinto, excepción de una mansada que su buen hermano no pudo tapar.
Podemos comenzar por orden de antigüedad con Antonio Ferrera, este hombre que tiene el secreto de ser cada día más joven. Lo dicen su sana ambición y esa torería que le escurre a chorros desde el día ese ya lejano en que decidió ser lo que es.
Porque el primero de la tarde - eso sí, un tacazo de 450 kilos de peso - tenía menos de medio tanque de fondo.
Por lo tanto, solo quedaba empujarlo o tirar de él. Al fin y al cabo, lo mismo. Y qué mejor que tener de por medio a Antonio para hacerlo. No se limitó a pasarlo y a sumar series. Por el contrario, puso el corazón y la clase como anzuelos para traerse al aplomado y construir una faena maciza, bien cerrada con la espada. Dos orejas.
Pudo llevarse más en la alforja en ese cuarto del festejo, que solo quería irse de donde lo habían llevado. El oficio le sirvió de argumento a Antonio para convencerlo de que la gente merecía más. La espada no hizo lo suyo, porque cayó baja. Esa ovación que bajó de los tendidos debió saberle a Ferrera a trofeo grande.
De ahí, peguemos un salto al quinto para dar con el otro suceso. En realidad, el gran suceso de esta segunda de abono. Vino a la arena ese 'Legionario', número 179, de 488 kilos, y desde el principio supo muy diferente a sus desabridos antecesores.
Y para su fortuna, tuvo delante al maduro Luis Bolívar que pasa por el mejor momento como el artista que es. Ya lo había enseñado en su primero en el que cortó una oreja trabajando por dos.
Se veían venir entonces pasos de animal grande. Solo que recién se corrió el telón para la función de muleta cuando el toro dejó ver inconvenientes en una de sus extremidades.
Entonces, Luis le dijo levántate y anda, hoy es tu día. Y 'Legionario' lo creyó a patas juntillas, así una de ellas no lo estuviera tanto.
Disfrutaron ellos, pero más nosotros, con esos muletazos largos para medir con decámetro. La cadencia contagió los tendidos, que ya cantaban los olés al son del 'Gato Montés', símbolo de La Santamaría de Bogotá, apenas preludio del pasodoble de la Feria.
Pero mientras miles lloraban y otros tantos se abrazaban, Bolívar y el toro seguían en lo suyo, casi que ajenos al manicomio que habían formado. Entonces, la petición de indulto se abrió paso hasta obligar a la Presidencia a concederlo.
José Arcila también escribió su diario de esfuerzo con el huidizo tercero, cuando acertó al elegir los terrenos apropiados para que dejara algo de lo poco que traía por dentro. Oreja de mérito. Y el otro suyo, sexto, fue y volvió, más bien poco, sin decir nada. Ajeno a todo.
El gran triunfador en la tarde ayer, el torero Luis Bolívar enseñando las dos orejas de su toro Navegante de 444 kilos, corrido en quinto lugar. Esta faena apunta para los trofeos en Manizales.
Ficha de la corrida
Toros de Juan Bernardo Caicedo
Desiguales de presentación y mansos en general. A excepción del quinto de la tarde, 'Legionario' de nombre, número 179, de 488 kilos de peso.
Antonio Ferrera: dos orejas y ovación.
Luis Bolívar: oreja y dos orejas simbólicas.
José Arcila: oreja y palmas.
Detalles: Plaza casi llena. Tarde calurosa, sin viento.