Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA
Derechazo de Luis Bolívar al toro Camarero al que le cortó una oreja.
PREGONERO | LA PATRIA
Poco dicen las dos orejas que, de a una, cortaron Luis Bolívar y José Arcila frente a lo que en realidad sucedió en la segunda de abono. Porque pasaron muchas cosas a lo largo de los seis turnos. Cosas no siempre redondas o contundentes, pero sí suficientes como para no pestañear un segundo a lo largo de la tarde y andar prestos a la caza de lo que podría venir en el siguiente instante.
En consecuencia, más que hablar de una tarde como tal, más vale sumar esos momentos que la supieron convertir en lo que fue:
Primero, una corrida de toros. Tan seria como desigual. Desde ese tío primero que se llevó sobre sus lomos (de salida y, después, en el arrastre) la ovación que merecen la imponencia y la belleza juntas en el trapío que estremece.
Aparte hubo un bravo, el cuarto, con mejor principio que final, al que el Palco le dio vuelta al ruedo. Y cuatro ejemplares más en los que las posibilidades que ofrecieron encontraron además las acertadas manos de los toreros.
Porque también hay que decir que sin ellas, otro hubiera sido el cantar. Hubo acierto de Luis Bolívar en darle a aquel de la apertura la importancia que merecía, con su poder y sapiencia tomadas de la mano. Toro para no olvidar y lidia para guardar.
Aunque lo mejor para el propio Luis vino en el otro, ese Santa Bárbara que venía con la pólvora incluída en su matrícula. Así la hizo volar en el caballo de Efraín Ospina. Y así lo encontró Bolívar para hacer esa faena en la que nada sobró y nada faltó, con maestría en cada muletazo para hacer sentir su superioridad ante un desafío nada fácil. Fue una oreja que pareció quedarse corta. No porque necesitara de otra sino porque en obras como esa los trofeos son asunto de segundo orden.
Lo de José Arcila también tiene el mérito de trabajar ante lo que sale y con lo que se cuente en la caja de herramientas. En el que se llevó oreja, José hizo faena a aquel toro que nunca quiso descolgar tal cual fuera uno de esos que humilla. Así el de la tierra supo pasar por encima de una adversidad sin traicionar las formas ni el fondo. Todo el mérito fue suyo. En el otro, el segundo de la corrida, los dos - toro y torero - anduvieron tan correctos que resultó difícil encontrar yerros. Eso mismo, con emoción, habría tenido un sabor diferente.
Y del prolífico Román, que jamás se da por vencido, la tarde de ayer tiene momentos de suma importancia. Al menos para quienes se detuvieron en esa manera como mimó al tercero para convencerlo de que sí podía y si tenía con qué. Fueron cuatro tandas lentas y plenas de gusto y calidad con las que los olés salieron más del alma que de la admiración de sus seguidores y los demás espectadores.
En el sexto, el valenciano fue el Román del 'no me voy con las manos vacías". Su voluntad contó además con la movilidad de ese enemigo. Allí mereció más que la tibia petición. Quizás porque a esa hora ya la gente tenía entre pecho y espalda muchas cosas para contar de tantos momentos juntos que al final hicieron la tarde.
Pase de pecho de José Arcila al toro Bullidor de 444 kg.
Ficha de la corrida
Segunda de abono de la 69 Feria de Manizales. Seis toros del hierro de Santa Bárbara, bien presentados, aunque desiguales. Vuelta al ruedo al cuarto. Muy serio el primero, ovacionado de salida y en el arrastre. Con opciones todos los demás.
Luis Bolívar: Turquesa y oro. Saludo y oreja.
José Arcila: Azabache y oro. Saludo y oreja.
Román : Espuma de mar y plata. Saludo y palmas.
Detalles: Tres cuartos de entrada en tarde calurosa sin viento.
Muletazo de Román al toro Dicharachero de 454 kg, el tercero de la tarde.