Muy amado hermano Gustavo, aquí me tienes para recordar al cabo de seis años y mediante esta carta un año más de tu partida terrenal hacia ese ámbito superior al cual Dios, generoso y conocedor de tu fructífera trayectoria vital, te invitó, de verdad y mirándote, no como hermana, lo que haría sesgada mi opinión, sino como a mi prójimo y a fe, que ese concepto lo comparten todos los que te conocieron.
Fuiste noble, generoso, pacifista por excelencia, porque cómo olvidar años atrás tu presencia con el grupo musical Los Graduados en un escenario imposible como El Caguán, donde todos los llamados actores del conflicto se sintieron, gracias a la magia de la música, convocados a un abrazo fraterno de colombianos, ese fue uno de tantos intentos fallidos por la anhelada paz, esa que aún desgraciadamente no alcanzamos y la que siempre contará con malquerientes, una muestra palpable de esa actitud negativa hacia ese bien preciado.
El Gobierno actual, elegido democráticamente, ha abierto espacios al diálogo separando las naturales diferencias y buscado propósitos comunes en bien de Colombia y, aun así, subsisten la polarización y el desencuentro.
El mes de diciembre, con su significativa esencia espiritual, pues conmemoramos la venida del Dios Niño, Salvador del mundo, lo asociamos con esos pequeños, los que siempre sintieron tu generosidad en conciertos que organizaste en su beneficio, educación representada en aulas dotadas, en parajes rurales donde no había presencia del Estado, juguetes que nunca antes habían conocido.
Ahora la cruda realidad la vemos aterrorizados en forma recurrente cuando los medios informativos dan cuenta de los brutales atropellos de que son víctimas los pequeños, algunos protagonizados por sus mismos padres.
Cuesta imaginar las cargas y sufrimientos que esas familias tienen para llegar a tan inhumanos extremos. Mi querido hermano, ya llegó la licencia que Dios en su generosidad te concede cada año, para bajar espiritualmente a brindar la contagiosa alegría de tu voz y tus canciones, necesitamos tu más apoteósico concierto, ¡la leyenda de la música tropical colombiana VIVE!
Siempre en mi corazón,
Alba Quintero de Sarasty.