Fotos | Luis Fernando Trejos | LA PATRIA
170 reclusos laboran con estas empresas. En unos casos reciben remuneración.
LA PATRIA | MANIZALES
En la cárcel de varones de Manizales, La Blanca, fácilmente se puede encontrar un conjunto de negocios. No son ilícitos, no se trata de venta de vicio, de armas o de extorsiones telefónicas.
En su interior hay un grueso grupo de personas privadas de la libertad que dedican su tiempo a aportar a la economía del país, también de sus hogares y de la que actualmente es su casa, a donde llegaron por delitos que los tienen tras las rejas. Unos sostienen que el aparato judicial los perjudicó, otros aceptan sus errores.
Un nombre recuerdan cuando se les pregunta sobre condonar sus penas a punta de trabajo: Paula Cañón, directora del centro penitenciario, quien ve en ellos a personas que pueden pagar sus pecados con un aporte a la sociedad, con la importancia de darles otra oportunidad.
La panadería
Unos 2 mil panes, pandebonos, chicharrones, churros y liberales se hornean en la panadería. Allí, ocho reclusos elaboran los productos que se venden a los internos, con el trabajo extra de producir 80 tortas para este domingo que se celebra el Día de La Madre.
En un salón contiguo está el área de comestibles. Otros dos hombres fabrican churros, arepas rellenas, pizzas, hamburguesas y perros calientes. A diario varían el menú que también se expende en el penal.
Carrillo, el de las máquinas
La abuela Inés le enseñó a Jónathan Danilo Carrillo a utilizar la máquina de coser. Lo aprendido no lo olvidó, pero en la calle también conoció otras actividades que lo llevaron a la cárcel La Picota de Bogotá, de donde es originario.
No solo fue expendedor de droga, sino que también la consumía y cometía hurtos. Así fue a parar a la cárcel la primera vez y tras intentar huir de ese pasado, en Manizales volvió a caer y a robar. Esta vez le figuró en La Blanca.
Al llegar, asegura, perdió a un primo que se quitó la vida y le asesinaron a un hermano. El bajón fue tremendo, se dedicó a consumir vicio y a gastarse los pocos pesos que tenía, pero las ganas de superarse lo hicieron detenerse.
Su sed de venganza desapareció y su interés por rehabilitarse se hizo fuerte gracias también a la orientación de personas como el dragoneante Andrés Valbuena, a quien muchos ven como un padre.
Es un hombre corpulento, de carácter, dispuesto a imponer orden cuando es necesario, pero también un consejero que los acompaña y los aconseja. Lleva 23 años en el Inpec.
Carrillo es mecánico en mantenimiento y se encarga de revisar las máquinas usadas para confeccionar ropa y asesora a sus compañeros para que todo funcione como un relojito. También saca tiempo para escribir, trabaja en un libro de ficción y aprovecha para escribir sus vivencias en un cuaderno.
Tras conocer La Picota, aplaude la labor de resocialización que adelanta la directora Paula en La Blanca, de Manizales. Dice que acá sí se nota el progreso y a diario se levanta con las ganas de trabajar y salir pronto a la libertad, a seguir produciendo con lo aprendido. Sus compañeros asienten.
Sellos y ganchos
William Melo lleva 13 años en La Blanca y le faltan 3 para salir. Él es la mano derecha de la coordinadora del salón en el que se fabrican huelleros y ganchos para legajadores para la empresa BM Internacional. Quienes laboran allí devengan un sueldo que les permite ayudarles a sus familias.
En exterior, cerca de la puerta de salida de la cárcel, están otros dos reclusos. Allí también se complementan las labores con esta empresa y se cuenta con unos tanques para llenar tarros con el pegante conocido como colbón. Entre octubre y diciembre se dedican a armar kits escolares.
33 pasos para un bóxer
A José Francisco Pérez lo delata el acento. Hace 22 años llegó a vivir a Chinchiná y es natural de Arboletes, en el Urabá antioqueño. Sostiene que todavía le falta un buen tiempo para pagar su pena, pero prefiere evitar pensar en eso y más bien se dedica a la sastrería.
Hace cinco años aprendió este oficio y entre quienes lo acompañan, hay jóvenes que aprendieron de otros compañeros y con manos gruesas, pero con la delicadeza y el tino de un joyero, no dan puntada sin dedal. Son precisos en la costura y detallistas en lo que fabrican para dar buenos acabados.
Pérez dice que para fabricar unos pantaloncillos bóxer, se debe cumplir con 33 pasos que van desde el recorte hasta una pulida final para quitarles las hebras que sobran. El día de la visita del equipo de LA PATRIA, fabricaban también sudaderas. Estas prendas van para Arturo Calle o Colore.
La granja
Gallinas ponedoras, cerdos, vacas lecheras, conejos y patos están bajo el cuidado de 10 hombres privados de la libertad. En la granja, ubicada en la parte trasera de La Blanca, tienen su pedazo de campo en la ciudad. Incluso duermen allí mismo, pues se trata de personas próximas a salir de prisión o que no representan riesgo alguno.
La leche se vende a una comerciante de kumis, pues a diario producen unos 20 litros. A veces, los guardianes la compran y esperan contar con el registro de Invima para empezar a producir quesos y yogures.
Incluso cultivan una amplia gama de verduras: cilantro, cebolla, tomate, aguacate, ají, pimentón y arveja hacen parte de la oferta. Pronto esperan sacar su primera cosecha de 120 palos de café.
La boñiga de las reses se utiliza como compostaje y la venden a un hombre en la Galería de Manizales o en un vivero ubicado en la Panamericana.
Los carpinteros
Son 60 hombres que se dedican a elaborar distintas figuras talladas en madera, son artesanías que luego se venden en ferias.
El taller
Allí laboran entre hombres que purgan sus penas y personal del exterior. Fabrican tapas de alcantarilla e imbornales para empresas como Empocaldas y conjuntos cerrados.
Aprenden con el servicio
La cárcel de varones cuenta con uno de los siete centros de instrucción del país. El de Manizales lo dirige el inspector jefe Felipe García, quien inició como auxiliar hace 23 años y hoy instruye a los que llegan a prestar servicio.
En una semana se graduará un nuevo contingente con jóvenes que llegaron de todo el país. Algunos encontraron en el Inpec una oportunidad de continuar con su carrera, otros como una manera de cumplir con el deber y aunque esperan continuar con otras labores, dicen que no se arrepienten gracias a lo aprendido y a que formaron carácter.
Ellos dicen que entrar al Inpec es una motivación para alejarse de los vicios que se atraviesan en la calle y también para mirar hacia los cuatro muros y pensar en ser ciudadanos de bien para no caer allá adentro.
Quiere exportar talento
Paula Cañón asegura que pronto se abrirá la Casa Libertad, frente al Batallón Ayacucho. Allí se tendrán servicios de cafetería, barbería, venta de arepas y de productos fabricados por los reclusos.
La directora sostiene que el objetivo es continuar acompañando a los hombres que terminan de pagar sus penas o salen con beneficio de domiciliaria, y por eso ya han enganchado laboralmente a unos y nuevas empresas se quieren unir a los procesos productivos.
Buscan lavadoras
Un proyecto para redención de penas es obtener lavadoras de ropa que manejarían los reclusos en cada patio. Para este fin, Cañón busca a personas que deseen donarlas y darles un buen uso. Pueden contactarla al número 311 516 5786.
Las empresas
- Maviltex: fabrican vestidos de baño y pantalonetas.
- Coytex: Pantalonetas para Pat Primo.
- BM Internacional: Transformación y empaque de kits escolares.
- Taller González: Transformación de tapas de alcantarillado y contadores.