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Labores de rescate del cuerpo, que resultaron infructuosas.
LA PATRIA | MANIZALES
Alba Luz Chavarría Ocampo aguardó durante 15 años, esperanzada, que algún día pudiese darle cristiana sepultura a su fallecido esposo, el supieño Napoleón Giraldo Rómulo.
El señor trabajaba en una mina artesanal de oro de la vereda El Pintado (Filadelfia) y el 26 de marzo del 2008 un alud de tierra lo sepultó. Fueron cinco días de infructuosa búsqueda, que finalmente se suspendieron.
Esta semana hubo buenas noticias. Víctor Fabián Cruz Henao, otro minero, de 38 años, residente en Irra, se metió a trabajar en esa misma mina y halló unos restos óseos que, según Alba Luz, son los de su esposo, que hoy tendría 48 años.
LA PATRIA reportó esta tragedia en su edición del 28 de marzo de ese año. "Las paredes del socavón se vinieron encima. Napo quedó atrapado, el resto salimos”, relató Óscar Fernando Castro Ladino, un sobreviviente de ese alud en la mina La Rampa.
La historia se inició a las 4:00 de la tarde. 10 mineros se adentraron en lo profundo de la mina. Fue el segundo turno de la jornada que comenzó a extraer oro. Por su experiencia, Napo lideraba.
Sus compañeros recuerdan que se encargaba de limpiar la pared, con pica y pala, y asegurarla con los maderos.
Unos 200 metros adentro, los barequeros comenzaron a sentir que la tierra se desprendía. Eran las 10:00 de la noche y el infortunio comenzaba a tomar forma.
Canto
“Fue un estruendo fuerte. Todos le gritamos que se saliera. El hueco se iba a tapar. No hizo caso y mejor se puso a cantar. Al cabo de dos minutos se vino encima una descarga de tierra, seguida de otra, y lo enterró. El resto salimos ilesos”, comenta Roger Mauricio, uno de los cuatro hijos que lo acompañaba al trabajo.
Decenas de hombres y mujeres de las veredas vecinas llegaron en la noche de ese día con la misión de ayudar a rescatar el cadáver.
Uno a uno ingresaron en la mina con baldes, linternas, sogas y herramientas. “El trabajo está duro, hay mucho fango y las piedras ruedan. Lo destapamos dos veces y vuelve y se tapa. Se le alcanza a ver una mano”, gritó esa vez Ignacio Carvajal.
Con una carretilla, jalada con sogas, subían roca y bajaban palos. El agua era extraída con una motobomba, mientras una planta generaba electricidad y suministra oxígeno por medio de una manguera.
“Fue un buen padre, siempre luchó por salir a delante y conseguir el sustento. Desde niño se dedico a esta labor”, esposa de la víctima.
La mayor tragedia que se recuerda en el departamento es la ocurrida el 22 de noviembre del 2001, cuando murieron 51 personas tapadas por un alud de tierra en la mina de oro Amapola, situada en la vereda El Callao, de Filadelfia.
En esa misma fecha, en La Felisa (La Merced), cerca del río Cauca, sector La Arenera, murió ahogado en una mina Onis Alberto Hernández González, de 19 años.
Sitio de la muerte.