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Emmanuel Macron, presidente de Francia.
Luis Miguel Pascual
EFE | LA PATRIA | PARIS
El movimiento político creado por el presidente francés, Emmanuel Macron, en 2017 para acabar con las arcaicas estructuras partidistas ha pasado de una amplia mayoría en Francia a convertirse en una mera comparsa obligada a retirar buena parte de sus candidaturas para evitar la llegada al poder de la extrema derecha tras los resultados de la primera vuelta de las elecciones legislativas, celebrada ayer.
El 'macronismo' pasó de tener un 60% de los escaños en la primera legislatura con su fundador en el Elíseo, a carecer de mayoría absoluta cinco años más tarde, antes de pasar a ser desde ayer la tercera fuerza del país, muy lejos de la ultraderecha y de la alianza de izquierda.
Según las proyecciones de voto, el partido de Macron podría salvar en la segunda vuelta, el domingo 7, entre 60 y 90 escaños en la nueva cámara baja, lejos de los 250 que tenía en la actualidad y a años luz de los 361 que había conseguido en 2017 en la estela de su primera victoria en las presidenciales.
Una trayectoria descendente que deja al borde del precipicio un movimiento político muy personalista y a su líder atrincherado en el Elíseo, con poco margen de maniobra para pilotar su sucesión, puesto que no puede presentarse en 2027.
De hecho, el propio Macron ha ido arrinconando a su partido. Tras convocar por sorpresa las legislativas el pasado 9 de junio después de su derrota en las europeas, colocó en el mismo nivel a la extrema derecha y al Nuevo Frente Popular, la alianza de izquierdas lanzada por La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon con los socialistas, comunistas y ecologistas.
"Frente a la Agrupación Nacional, es hora de una amplia unión claramente democrática y republicana para la segunda vuelta", afirmó el presidente francés tras la primera vuelta.
Cohabitación a la vista
En todo caso, Macron parece abocado a nombrar la próxima semana a un primer ministro de extrema derecha o de izquierdas, pero ningún escenario le permite mantener en el Gobierno a alguien de su partido.
Es el epílogo de un movimiento que ha ido perdiendo iniciativa política y en el que el presidente se ha ido alejando de sus propios colaboradores, hasta el punto de que en la reciente campaña electoral su rostro ha estado casi ausente de los carteles de sus candidatos.
Su popularidad ha ido deteriorándose de forma paulatina, hasta tocar fondo. Tres cuartas partes de los ciudadanos no confían en él y muchos han abandonado una línea política que nació como rompedora y revolucionaria para acabar siendo percibida como conservadora y continuista.
Macron ha visto que la mayoría social que había construido en 2017 se ha ido dispersando entre sus principales rivales, los que fueron entorpeciendo su mandato. La extrema derecha ha sabido sacar partido del descontento que se manifestó en 2018 en el movimiento de los 'chalecos amarillos' y la izquierda ha capitalizado el rechazo que provocó el año pasado la controvertida reforma de las pensiones.
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