Foto | Tomada de meed.com | LA PATRIA
Con una capacidad de producción de 837 mil barriles diarios, la refinería Ruwais, ubicada en los Emiratos Árabes Unidos, es la más importante del Oriente Medio y la cuarta más importante del mundo.
LA PATRIA | Estocolmo
Hoy se inicia la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2023, conocida como COP28, que reunirá durante casi dos semanas a más 70 mil delegados de una panoplia de sectores y horizontes, entre los cuales estarán líderes de una mayoría de países, incluyendo al presidente colombiano, Gustavo Petro.
Esta cumbre tiene lugar en un contexto de emergencia climática por la que los expertos suenan la alarma: la humanidad se encuentra en una trayectoria que, en ausencia de acciones drásticas, llevará al incumplimiento de los objetivos estrella del Acuerdo de París vigente desde el 2016 —particularmente el de limitar el calentamiento global a no más de 1,5 ºC.—, lo cual podría tener severas repercusiones. El camino del éxito está lleno de obstáculos, muchos de ellos sembrados por los mismos humanos.
¿Cheques para los jeques?
Emiratos Árabes Unidos (EAU) está tratando de elevarse como eminencia en materia de transición hacia las energías renovables. Es en esta óptica que asume el papel de anfitrión del evento, una situación que puede parecer irónica para este país que es uno de los principales exportadores de hidrocarburos —recursos que han hecho en buena parte su inmensa riqueza —, pero según la posición emiratí, es normal que los grandes productores de petróleo se responsabilicen y estén a la vanguardia del [lento] giro verde.
Otra aparente paradoja: la petromonarquía ha nombrado como presidente del evento a Sultan al-Jaber, quien lleva años trabajando en expandir las explotaciones emiratíes de materias fósiles, pues es el director general de la compañía petrolera y gasífera nacional, ADNOC. El hecho de que esté también a la cabeza de la empresa pública de energías renovables, Masdar, no basta en moderar las críticas, máxime que recientes acontecimientos han mancillado su campaña de imagen pública.
Efectivamente, la organización de periodismo de investigación Centre for Climate Reporting (CFCR) reveló este lunes que obtuvo, gracias a un informante, documentos de planificación de reuniones entre al-Jaber y oficiales gubernamentales y líderes del mundo de los negocios en los que se planteaba aprovecharse ilícitamente de la función de presidente de la COP28 para conseguir tratos comerciales, no solo para Masdar, sino también —y este es el colmo— para ADNOC. El magnate ha negado las alegaciones, aunque el CFCR mantiene haber autentificado los documentos filtrados, con la ayuda de la British Broadcasting Channel (BBC).
Gráfico | Tomado de bbc.com | LA PATRIA
Un examen a escala planetaria
La COP28 marca la conclusión de la primera edición de uno de los principales legados del Acuerdo de París: el “balance mundial”, un proceso cuya repetición es prevista cada cinco años y que consiste en un asesoramiento del progreso global en la lucha contra el cambio climático.
Las delegaciones reunidas en Dubái se basarán en información sintetizada a partir de 170 mil páginas de informes para acordarse sobre las consecuentes pautas a seguir. Cada país tendrá dos años luego para establecer y poner en marcha un plan de acción personalizado que cumpla con éstas.
Los retos para llegar a un acuerdo consensual durante la COP28 son enormes, dadas las fuertes disparidades socioeconómicas entre los países que van de par con semejantes disparidades de intereses y capacidades.
Una cuestión que suele ser recurrente en este tipo de cumbres es la de la responsabilidad histórica: algunos países pobres postulan que no deberían ser restringidos en su desarrollo económico por los mismos objetivos que los países ricos. En efecto, mantienen que éstos pudieron contaminar en el pasado sin tales ataduras para llegar al alto nivel de desarrollo del que gozan en la actualidad, y deberían entonces aspirar a alcanzar el cero neto de emisiones bastante antes del 2050 para compensar por los países cuya industrialización aún en proceso no permitirá el respeto de la fecha tope del medio-siglo privilegiada.
Sin embargo, hay quienes se oponen a este pensamiento, alegando que las innovaciones tecnológicas cada vez más accesibles hacen posible la conjugación entre desarrollo económico y desarrollo sostenible. No obstante, para que la transición energética se opere más temprano en la curva ascendente de desarrollo de los países con bajos indicadores socioeconómicos, hacen falta importantes inversiones; el cumplimiento del objetivo de 100 mil millones de dólares anuales por parte de los países desarrollados para asistir en el viraje verde de aquellos menos desarrollados, inicialmente previsto en el 2020, ha sido pospuesto al 2025.
Cuestiones de fondo
Uno de los elementos claves de la COP27, celebrada el año pasado en Egipto, fue el compromiso por parte de países ricos de buscar a implementar, lo antes posible, un “fondo para pérdidas y daños” en el que cotizarían para ayudar a sus países con menos recursos pecuniarios en caso de desastres naturales causados o agravados por el cambio climático.
Hoy, un año después, hay de constatar que este “avance” no ha avanzado, inmovilizado por disensiones sobre una serie de “quién” y de “cómo”: ¿quién contribuirá?, ¿quién se beneficiará?, ¿quién gestionará?, ¿cómo fijar los umbrales de aportaciones?, ¿cómo probar el nexo entre un particular cataclismo y el cambio climático?
Recientes negociaciones y acuerdos dan esperanzas de que la COP28 sea el trampolín hacia la concretización del proyecto, pero varias interrogaciones y reticencias subsisten. Por ejemplo, se ha convenido que el Banco Mundial se encargará de la gestión temporal del futuro fondo, una elección controvertida considerando los altos honorarios administrativos de la institución y sus inversiones en la industria petrolera y gasífera, así como su histórico de endeudamiento, mediante préstamos, de países desfavorecidos.
Sea como sea, la capacidad y la voluntad del ser humano de limitar y mitigar el cambio climático están de nuevo puestas a prueba, esta vez bajo el calor del desierto arábigo cuya temperatura media anual también ha estado subiendo en las últimas décadas.