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Vista desde un dron de un gran número de edificios colapsados a causa del potente terremoto que azotó el lunes el sureste de Turquía.
OSMANIYE | EFE | LA PATRIA
Decenas de hombres y mujeres observan de pie, en silencio, las excavadoras que arrancan placas de hormigón de enormes montículos de escombros de bloques residenciales en Osmaniye, al sureste de Turquía.
Los equipos de Afad, el servicio de emergencias nacional, están desbordados: los dos terremotos, el de magnitud 7,7 en la madrugada del lunes y el de 7,6 al mediodía del mismo día, han devastado 10 provincias del sureste de Turquía.
A un centenar de kilómetros al este, en Gaziantep o Kahramanmaras, la situación está aún mucho peor. Ahí hay barrios enteros sin un edificio en pie.
Prácticamente todo Osmaniye, una ciudad de 280.000 habitantes a 20 kilómetros de la costa mediterránea y a 50 de la frontera siria, se ha quedado en la calle.
Por todas partes se ven fachadas agrietadas, escaparates destrozados, restaurantes y tiendas con todo el mobiliario revuelto. Ningún negocio está abierto, salvo unas gasolineras donde los coches hacen cola.
Pese al peligro, de vez en cuando algunos vecinos entran en algún bloque y salen al poco rato con prisas, algunas mantas bajo el brazo.
El sol empieza a calentar, pero por la noche, las temperaturas bajan de cero. Al menos ayer no había nevada, como más al norte, donde los equipos de rescate trabajaban entre tormentas de nieve a mil metros de altura.
Hay 150 edificios derrumbados en Osmaniye, por lo que el balance de muertos, se teme, pueden fácilmente llegar a mil solo en esta provincia, una de las menos afectadas por los terremotos.
Hasta ayer las autoridades turcas daban cuenta de 5.434 personas fallecidas por los devastadores terremotos, donde también se contabilizan 31.000 heridos.
Ante esta catástrofe, el Gobierno turco del presidente Recep Tayyip Erdogan ha declarado tres meses de estado de emergencia en las 10 provincias afectadas.
El jefe del Estado ya había asegurado el lunes que estos terremotos suponen el mayor desastre sufrido por el país desde el sismo de 1939 en Erzincan, en el este de Turquía, que dejó 32.000 muertos.
Hasta el momento, se han contabilizado 435 réplicas de menor intensidad en las zonas afectadas en las que trabajan más de 60.000 personas en tareas de rescate y desescombro, en un dispositivo que cuenta con cien aviones y helicópteros desplegados.
Asimismo, el terremoto ha dejado un total de 5.775 edificios derruidos. Las réplicas y las bajas temperaturas complican las tareas de rescate y reducen las posibilidades de encontrar sobrevivientes a medida que pasan las horas, quienes quedaron con vida solo esperan un milagro entre los escombros.
En Siria, inmersa en una guerra civil desde hace 12 años, la información sobre víctimas proviene, por un lado, del Gobierno de Bachar al Asad y, por otro, del último enclave del país controlado por la oposición.
El recuento total señala que en este país han muerto 1.832 personas y otras 3.849 han resultado heridas.
Ya antes de los sismos, Siria sufría su peor crisis humanitaria desde el estallido de las revueltas contra Damasco en 2011 y el posterior inicio de la guerra, con el 90% de la población sumida en la pobreza, desabastecimientos de productos básicos y millones de personas desplazadas.
El mundo se vuelca en la ayuda humanitaria
El terremoto que ha sacudido Turquía y Siria ha movilizado el apoyo de cerca de un centenar de países e instituciones, fundamentalmente con el aporte de equipos de voluntarios para los rescates así como financiación y suministros para la atención a los supervivientes. El propio presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha agradecido ayer esta ayuda material y humana enviada, según sus datos, por 70 Estados y 14 organismos internacionales en una operación de rescate conformada por unas 50.000 personas, que incluye la presencia de 2.700 especialistas en rescate procedentes de 65 países que han llegado ya o van de camino a las zonas más afectadas.