Fotos | EFE | LA PATRIA El diestro madrileño Julián López 'El Juli' recibe de rodillas a su segundo toro, esta tarde, de Domingo Hernández, en la última de las corridas de la Feria de San Miguel en la Plaza de la Maestranza de Sevilla.
Paco Aguado
EFE | LA PATRIA | Sevilla (España)
El diestro sevillano Daniel Luque, que cortó dos orejas como premio a una actuación rotunda, se adueñó de casi todo el protagonismo reservado en principio para El Juli, que se despedía definitivamente de los ruedos hoy en la Maestranza de Sevilla (España).
De hecho, para el veterano torero madrileño fue ya la primera gran ovación de la tarde, la que le obligó a salir al tercio al terminar el paseíllo como homenaje de una afición que le ha visto triunfar muchas tardes sobre ese mismo albero, y con un resultado récord de hasta siete salidas por la Puerta del Príncipe.
Y hoy todo parecía apuntar a que podría lograr una octava, contando con casi todo a su favor menos con el aspecto menos predecible del toreo: el propio toro y más en concreto el lote que sorteó de su divisa favorita, que fue el que se encargó de desangelar su adiós, pese a la oreja que acabó paseando de su segundo.
Porque si el que abrió plaza no tuvo ni clase ni raza y se fue a tablas a las primeras de cambio, ese cuarto, el que sobre el papel puede ser el último toro de la carrera del maestro de San Blas, tuvo una muy apagada nobleza, sin apenas celo ni suficiente brío para que éste pudiera redondear su adiós con un brillo mayor.
Aun así, El Juli hizo un esfuerzo notable por estar a la altura del acontecimiento, yéndose ya a recibirlo a portagayola, en una clara e inédita muestra de su decisión, para después cuajarle varios lances estimables y un discreto quite por chicuelinas, antes de que la banda se arrancara con "Suspiros de España" para acompañar su faena de muleta desde el principio.
Tardó un tanto el madrileño en asentar al de Domingo Hernández, que embestía sin ritmo ni casi entrega, en una faena que solo se desatascó cuando citó de frente con la mano izquierda, en muletazos sueltos pero de suficiente limpieza. Fueron un premio a su tesón y a su paciencia, igual que, por admiración y respeto a su gran trayectoria, la petición de esa última oreja y la clamorosa ovación que le tributó Sevilla desde que arrancó la vuelta al ruedo hasta que se retiró entre barreras.
Ese saludo en la puerta de chiqueros de El Juli al cuarto fue también una respuesta de amor propio a la apabullante actuación de Luque en el turno anterior, con la que ya el de Gerena se hizo con el protagonismo de la tarde y con dos orejas de ley justificadas por la autoridad y el férreo valor con los que se impuso a complejo toro de Garcigrande.
Este otro también quiso rajarse, solo que en vez de huir para evitar la pelea, intentaba quitar de enmedio a quien le hostigara, amenazando con coladas y constantes miradas desde que salió al ruedo, pero que no arredraron a Luque, que le impuso su mando y su voluntad de principio a fin del trasteo.
Ya comenzó a marcárselos al animal en un soberbio inicio de faena, iniciado por alto a pies juntos y rematado con poderosas trincheras por bajo, sin dudar en ningún momento y esperando al toro hasta el último momento de tomar el engaño, verdadera clave de un trasteo de honda firmeza de plantas y de suavidad en las muñecas y en el trazo, como todo un alarde de la más auténtica torería.
Y en ese mismo son se mostró Luque con el sexto, que no tuvo ni clase ni celo ni tampoco la mínima duración para que su autoridad volviera a encontrar mayor eco en el tendido y ameritara definitivamente esa oreja que se le pidió, y que le hubiera abierto la Puerta del Príncipe, pero que el presidente, con buen sentido, no concedió.
Sebastián Castella, que entró en el cartel en sustitución de Morante y tras haber marcado la tarde anterior, aun muy benevolamente, el hito de ser el primer francés en salir a hombros de la Maestranza, hoy tampoco estuvo acertado a pesar de que le volvió a corresponder un toro de claro triunfo.
Fue el segundo, al que ya le hizo Luque un gran quite por verónicas para mostrar esa buena condición que el galo no aprovechó en su desordenada réplica por el mismo palo ni en la desestructurada y destemplada faena de muleta, con cites despegados y carruseles en la pala del pitón, que no le valieron para apurar la calidad de un animal que acabó yéndose aburrido hacia los tableros.
Con el quinto también quiso el francés justificarse con un saludo a portagayola, solo que después se alargó, con tanta insistencia como monótono criterio, ante un toro desrazado y noblote con el que le apremiaron a matar. Quizá porque esta no era su tarde.
Ficha de la corrida
Tres toros de Garcigrande y otros tres de Domingo Hernández, estos en los lugares pares, de correcta presencia y de juego descastado, casi todos rajándose o desfondándose en el último tercio, aunque el tercero, el mejor del sexteto, desarrolló calidad hasta que se fue a tablas.
El Juli, de corinto y oro: pinchazo, media estocada trasera atravesada y seis descabellos (silencio); estocada caída trasera (oreja con petición de la segunda).
Sebastián Castella, de marino y oro, que sustituía a Morante de la Puebla: estocada caída muy trasera (ovación); estocada tendida caída (silencio).
Daniel Luque, de verde hoja y oro: estocada trasera desprendida (dos orejas); estocada trasera desprendida (ovación tras petición de oreja).
Entre las cuadrillas, saludaron en banderillas Rafael Viotti e Iván García, este tras dos soberbios pares al tercero.
Tercera y última corrida de la feria de San Miguel, con cartel de "no hay billetes" (11.500 espectadores), en tarde muy calurosa.