Fotos | Luis Fernando Trejos| LA PATRIA
Las manos que reciben los productos, las que los cargan en bultos, las que los limpian y organizan, las que los venden y los compran, son las protagonistas de una danza diaria en la Galería de Manizales que provee a los hogares y a los negocios de la comida necesaria para que la ciudad viva.
LA PATRIA | MANIZALES
Manos que limpian frutas y verduras, que las pesan, que las empacan en bolsas. Manos que señalan productos, que los cogen para mirarlos detalladamente, que buscan plata en los bolsillos, que intercambian dinero, que se entrelazan en un saludo.
Manos que alzan bultos, que llevan bolsas y cajas llenas de frutas y verduras de aquí para allá. Manos que cierran costales, que sirven tintos, que hacen cuentas con papel y lápiz. Manos negras de mugre del trabajo, manos que barren, manos que desgranan arveja, que amasan arepas.
Son las 7:30 de la mañana de un viernes en la Galería de Manizales, donde se da esa danza de manos. En las afueras del lugar, ubicado a dos cuadras de la Plaza Alfonso López, más exactamente entre las carreras 15 a 17 y entre las calles 22 a 24, en la Comuna 2, hombres que cargan bultos se abren paso entre la gente. Las calles aledañas están llenas de camiones con las puertas abiertas, sobre los andenes hay productos como cebollas, tomates y torres de cubetas de huevos.
Una bruma con olor a café quemado invade la zona. Suena música popular a todo volumen. Dos vendedoras de tinto sirven su producto en vasos de plástico. “Amor, bien pueda”. “Maduro, maduro, aguacate”, pelean las voces de dos personas por ganarse al cliente.
Adentro, un grupo de hombres habla sobre dinero, deudas, intereses. Se escuchan otras conversaciones, gritos. El lugar es una fiesta de colores. El amarillo del lulo contrasta con el verde de las arvejas en vainilla, con el amarillo de las uchuvas peladas, con el rojo del ají jalapeño, el blanco del ajo y el rojo de la mora.
En la Galería hay música, gritos, conversaciones, negociaciones, camaradería.
Frescura, buenos precios y variedad
Marta Cecilia Ruiz atiende a un señor que se sorprende cuando le da el precio de dos aguacates, el kilo estaba a $7.500 y ahora bajó a $5.800, explica ella la razón del asombro del cliente.
Lleva 14 años trabajando en lo que todo el mundo conoce como la Galería o la Plaza de Mercado. El lugar es, según la descripción de su página web, un área construida de 13.000 metros cuadrados dividida en cinco pabellones, en los que se distribuyen y comercializan los productos alimenticios para Manizales.
“¿Cómo comeríamos si este lugar es donde más barato se consigue la comida?”, responde Ruiz asombrada al escuchar la posibilidad de que el lugar no existiera, y complementa “en la calle es 2 o 3 veces más caro y acá todo es más fresco”.
Además, Ruiz deja claro que el trabajo allí no es solamente llegar a vender, sino que empieza por visitar las fincas en las que compran los productos, revisar la calidad de los procesos, montar los productos en jeeps y enviarlos hasta la Galería.
La vendedora cuenta que el mayor movimiento del lugar se da entre las 4:00 y las 7:00 de la mañana, cuando los distribuidores llegan, escogen los productos y se van a repartirlos a los distintos negocios de la ciudad. Después de eso la clientela cambia, los compradores son personas que buscan el mercado para sus hogares.
Son las 8:30 de la mañana y Antonio Pineda va de aquí para allá en el puesto de Lucy Benítez escogiendo las mejores frutas y verduras para su mercado. Pineda lleva 40 de sus 82 años yendo cada semana a la Galería a comprarle a ella. Prefiere ir allí porque puede escoger y porque los productos son frescos, dice.
A esa misma hora Julián Quiceno, propietario del restaurante Mondongos y más, está en otro lugar de la plaza escogiendo los mejores productos para su negocio.
“Mire esto tan hermoso, aquí hay todo lo habido y por haber”, dice mientras recorre el lugar con la mirada. “Aquí están los mayoristas de todos los productos, aquí consigues lo mejor porque es lo que acaban de traer del campo”.
La Plaza de mercado de Manizales es la protagonista de la Comuna 2, a dos cuadras de la Plaza Alfonso López. Son cinco pabellones a los que llegan los productos directamente del campo.
Un lugar estigmatizado
Alejandra Aguirre, de 19 años, sacude unas plantas detrás del mostrador de una floristería. En ese pabellón hay flores, especias, plantas, materos, productos de limpieza, peces, gallinas, conejos. Se escucha un gallo cantar. A lo lejos suena una olla pitadora. Aguirre lleva solo 15 días trabajando en el lugar, pero ese tiempo ha sido suficiente para comprobar que la Galería no es el lugar peligroso del que le hablaron.
“Me encanta trabajar acá porque es un lugar con muchas misticidades, es un sitio demasiado viejo que tiene muchas energías. Las personas que trabajan acá son muy amables, empáticas y carismáticas”, aseguró.
Según la página web de la Galería, en el sitio actualmente hay unos 700 vendedores. Aunque personas como Pineda y Quiceno prefieren ir hasta allí a buscar productos frescos, hay quienes le tienen temor a la zona por la inseguridad y la proliferación de habitantes de la calle. Las administraciones municipales han hecho esfuerzos en los últimos años para atraer a los compradores, pero aún falta trabajo para que los alrededores sean un poco más limpios y organizados, y el aspecto atraiga a más gente.
En los alrededores de la Galería también hay puestos de venta de múltiples productos.
Haga clic aquí y encuentre más información de LA PATRIA.
Síganos en Facebook, Instagram, YouTube, X, Spotify, TikTok y nuestro canal de WhatsApp, para que reciba noticias de última hora y más contenidos.