MARÍA CAMILA GÓMEZ LAVERDE | GASTRONÓMICOS
Muchos de los visitantes de Aranzazu (Caldas) no conocen el secreto que esconde una casa de color azul cielo con puertas amarillas en la calle 3 del barrio La Pampa. A simple vista se puede ver como una calle empinada, como muchas otras que hay en el pueblo, pero hay un olor dulce, característico de las pastelerías, un olor especial que delata una casa en particular. A medida que me iba acercando, el olor se iba intensificando y me empezó a evocar los cumpleaños y celebraciones de mi niñez.
Cuando toqué el timbre, recordé cuando era pequeña y mi abuela me mandaba por la torta para los almuerzos especiales, siempre subía hasta la mitad de las escaleras y decía: “Hola, vine por una torta que encargó mi abuelita Amparo” y con una sonrisa me recibía Helena Zuluaga y me pedía que siguiera. Esto no ha cambiado con el pasar de los años, doña Helena recibe a sus clientes en su negocio que a la vez es su hogar. Esta casa no es como el resto de las que hay en la cuadra cuando se entra se convierte en una pastelería casera.
Desde las escaleras se alcanzan a ver dos hornos que hacen parte de la sala de la casa, uno industrial y otro casero, encima de ellos se pueden ver moldes con tortas recién hechas esperando enfriarse para ser decoradas o que lleguen por ellas. Al fondo se puede ver la cocina que cumple una doble función, familiar y de la pastelería, es casi igual a la de cualquier familia solo que está adornada con gabinetes llenos de moldes, cortadores y materia prima.
Doña Helena, una mujer de unos 70 años, de contextura delgada, baja estatura, un poco encogida por la edad y cabello ondulado y canoso me invita a pasar a la barra de la cocina y nos encontramos a su hijo Jorge Álex decorando un pastel en tonos rosados para el cumpleaños de una niña. Mientras observamos a Álex, ella cuenta que lleva toda la vida haciendo tortas. En su casa le enseñaron desde muy pequeña y con ellas ayudó a criar a sus hermanos más pequeños y más adelante a sus propios hijos. Comenta que montó su negocio hace 35 años cuando regresó al municipio después de vivir unos años en La Dorada con su esposo, Aristides. Su empresa no tenía nombre, las personas empezaron a conocer su trabajo como las tortas de doña Helena y así se quedó, pero no es la única detrás de estas preparaciones, su esposo, Aristides, se unió cuando se jubiló de profesor y es el encargado de llevar las cuentas en un libro, siempre a mano.
Su hijo menor, Jorge Álex, se unió al negocio familiar después de quedarse sin trabajo, con su llegada en el 2015 trajo las decoraciones en fondant poco vistas antes en el pueblo.
Tortas Doña Helena es un negocio familiar con una trayectoria de más de 35 años.
Mientras conversamos en la barra de la cocina, Álex cuenta que en Tortas Doña Helena hacen todo tipo de preparaciones dependiendo del gusto del cliente, pero su producto estrella es la torta casera. Su receta la han ido perfeccionando con el pasar de los años, según Helena, el truco está en el zumo de naranja, secreto que revela sin miedo porque sabe que por más que intenten plagiar la receta no les va a quedar igual porque no tienen la misma sazón.
La torta casera es jugosa, pero no húmeda, esponjosa y nada seca. La mejor parte son los bordes que siempre quedan crocanticos y hacen un buen contraste con su suave interior. La mezcla lleva pasas y nueces, aunque si el cliente lo pide la pueden hacer sin estos ingredientes. En mi caso no son de mi gusto, pero pienso que ayudan a darle sabor. Además, no tengo problema con irlas sacando mientras voy comiendo pues hace parte de la experiencia. La mejor forma de acompañarla es con una Coca Cola bien fría o un tinto y por supuesto una buena conversación.
Cómo será de rica esta torta que es viajera. Ustedes se preguntarán por qué es viajera y es que además de tener pedidos para todo el departamento ha viajado en su bolsa de aluminio a México, Brasil, Canadá y Estados Unidos, inclusive existe una anécdota de una clienta que iba de viaje y en uno de los filtros de El Dorado le preguntaron que si era la torta de Aranzazu. Es un muy buen regalo, pues todos los que la comen quedan con su dulce sabor en el paladar y con un antojo en la mente hasta volverla a probar.
Semanalmente en Tortas Doña Helena baten más de 100 libras de mezcla, tan solo el día de la madre superaron su meta semanal.
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