Este 1 de mayo el presidente Gustavo Petro publicó en Twitter un video sobre la marcha del Día del Trabajo en Manizales junto con este mensaje: “Ay Manizales del alma, ya no cree en la Svástica (sic), cree en la cultura, en el arte y en el pueblo trabajador”. Lo vi y pensé en “Contra la revolución” un libro con 13 ensayos sobre el pensamiento reaccionario en Colombia que presenté hace poco junto con su editor, Jorge Iván Cuervo, en la desaparecida galería Bestiario. A Petro le convendría leerlo.
El estudio introductorio explica que la sensibilidad reaccionaria no es patrimonio de la derecha: también hay en la izquierda personas que quieren girar hacia atrás la rueda de la historia, como diría Marx, y están dispuestas a usar o justificar la violencia y a actuar con efervescente furia.
A diferencia del conservador, que quiere preservar cosas del presente, el reaccionario anhela volver a un pasado edulcorado por el tiempo. Un ejemplo es Julio Arboleda, quien en 1850 escribió: “La república era feliz en 1839”. El terrateniente caucano lamentaba el inminente fin de la esclavitud, aunque es claro que para los próximos libertos la república era más feliz en el 50.
(¿Cuántos votaron en 2023 pensando que su ciudad era feliz en 2010, o en el año que quieran?)
Mauricio Uribe López, excolumnista de La Patria, dedica el capítulo “A la derecha de la derecha” para hablar de Los Leopardos, que fueron cinco y solo uno nació en Manizales: Silvio Villegas Jaramillo (1902-1972). Los otros cuatro fueron Augusto Ramírez Moreno, Eliseo Arango, José Camacho Carreño y Joaquín Fidalgo Hermida. Claro que con Silvio Villegas bastaba: dirigió La Patria de Manizales, El País de Cali y El Debate y La República, de Bogotá, medios en los que tuvo suficiente tribuna en los años 20 y 30 para difundir su admiración por Franco en España, por Mussolini en Italia, y por Hitler en Alemania, pese a que no fuera católico. En los años 40 y 50 “El mariscal” Gilberto Alzate Avendaño (1910-1960), se convirtió en su heredero ideológico, aprovechando entre otras cosas su parecido físico con Mussolini. Cómo sería de extremo Gilberto Alzate que hasta su copartidario Laureano Gómez “El Monstruo”, lo miraba con desconfianza y fue su enemigo político.
Que Silvio Villegas, Gilberto Alzate Avendaño, Fernando Londoño Londoño (y otros en otras ciudades) hayan tenido esas peligrosas simpatías hace cinco generaciones no alcanza para estigmatizar hoy a toda una ciudad y desconoce a quienes se opusieron en su momento a esos extremos. Menciono sólo dos nombres, entre muchos: el conservador Aquilino Villegas Hoyos escribió en La Patria de los años 30 su estupor por publicaciones “en favor del fascismo, en contra de la democracia, en favor de la dictadura” y no dudó en advertir: “ellos, dentro de su conciencia, saben que no son conservadores”.
El otro fue el médico Jaime Jaramillo Arango quien, según Alberto Donadío, autor de “Colombia Nazi”, fue “el único colombiano que se enfrentó a Hitler”. El manizaleño había sido nombrado embajador plenipotenciario en Berlín y esperaba presentar credenciales en noviembre de 1938, cuando ocurrió “La noche de los cristales rotos”. Jaramillo y otros miembros de la delegación diplomática documentaron con fotografías los abusos y destrozos, se negaron a entregarle ese registro a la policía nazi y reportaron los atropellos al gobierno de Colombia, en cabeza de Eduardo Santos. Como desde Bogotá les pidieron mantener bajo perfil y no conservar las imágenes Jaramillo protestó renunciando a la embajada.
En la campaña presidencial escribí sobre lo perverso que era decirle “guerrillero” a Petro sabiendo que el M-19 se desmovilizó en 1990. Sigo pensando igual y por eso desconcierta que el mismo presidente (el presidente de todos los colombianos), quien ha sido víctima de prejuicios estigmatizantes, utilice etiquetas como Manizales “ya no cree en la Svástica (sic)”, como si alguna vez la ciudad hubiera sido pronazi. Me pregunto qué pensaría un manizaleño como Bernardo Jaramillo Ossa de ese señalamiento.
Pie de página: Escribí que Mauricio Uribe López ahora es excolumnista de La Patria. Su salida reciente se suma a la de Darío Arenas. Hacen falta. Estas páginas de opinión escoran fácil a la derecha. A veces incluso a la derecha de la derecha.