El pasado 11 de septiembre, leyendo la columna de Juan Lozano en El Tiempo, no salía de mi asombro por lo que este importante periodista de opinión, respetuoso y ponderado en sus sesudos análisis, exponía en su nota escrita, hablando del Presidente. Comenzaba su columna diciendo: “Gústele a quién le guste, el señor Presidente procedió con dignidad. Hizo lo que correspondía y lo que manda la Constitución. Gústele a quién le guste, el señor Presidente procedió con patriotismo, por encima de los odios partidistas. Su elección aun sorprende a muchos…” Yo, solo pensaba, a medida que avanzaba en su lectura, si un hombre como Juan Lozano, cambia de opinión, hemos llegado a la corrupción de la sal. Y entre defraudado e incrédulo continué su lectura… “Y la verdad, es que el ejercicio de su cargo será muy distinto al de sus anteriores. Personalmente, continuó Juan, creo que se tonifica la democracia cuando el Presidente habla sin rodeos y dice las cosas como son. Y creo, así muchos de ustedes puedan tener sus reservas, que el señor Presidente le está haciendo un bien al país. Me gusta que sea el Presidente del cambio”. En este punto, estaba ya resuelto a no seguir con su penosa lectura, cuando a renglón seguido alcancé a leer: “me vengo refiriendo al señor presidente del Congreso, Iván Name, y creo que el cambio que ha venido encarnando era urgente”. Sin aire como estaba, una bocanada de aire fresco me devolvió a la vida y pude finalizar su lectura, entendiendo que, con su inteligencia, Juan nos había tomado el pelo a quienes disfrutamos sus escritos, porque no podemos hablar de dignidad presidencial, cuando no existe. Qué dignidad puede tener un mandatario que no respeta a nadie, incumpliendo sus compromisos oficiales con las Cortes, gremios, empresarios, o gobiernos de otros países, sin que existan razones válidas que eximan de sus permanentes incumplimientos, salvo estar en otros menesteres, por cierto vergonzosos, como ya se mencionan, indignidad a la que arrastra al país como nación, ante los gobiernos del mundo. Si nuestra democracia fuese un poco más robusta, exenta de esta aterradora corrupción que ha impedido que nuestros gobernantes sean juzgados por claras y lógicas razones que están en contra vía de inequívocos mandatos constitucionales, como es la superación de los topes en la financiación de las campañas, la comprobación de aportes de empresas extranjeras, caso Odebrecht, o dineros del narcotráfico, en las que han aparecido vinculadas campañas presidenciales de los últimos 20 años, incluyendo la elección de Petro, muy seguramente la suerte de Colombia hoy sería otra, y no ésta que estamos viviendo de inmensa incertidumbre, sin que sepamos a ciencia cierta para dónde vamos, o que nos espera al final de este gobierno, si es que finalmente concluye el 7 de agosto de 2026. Las cifras del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), que es la medición realizada por la ONU sobre las siembras de cultivos ilícitos y la producción cocalera del país, señalan un avance de 26.000 hectáreas más que en 2021, alcanzándose el estruendoso registro de 230.000 hectáreas, que evidencian más enclaves de producción, auspiciados por la certeza de que nada hará este Gobierno para erradicarlas. La tan cacareada Paz Total, es tan solo una ilusión, pues con sangre hemos aprendido que a mayor área cultivada, mayor producción y, por supuesto, más plata y mayor violencia. La permisividad frente a la expansión de los cultivos nos ha llevado a que de 1.122 municipios existentes, haya 185 con siembras de coca, siendo Tibú en Norte de Santander, con 22.000 hectáreas cultivadas, el de mayor producción, seguido de Tumaco, en Nariño y Puerto Asís, en Putumayo. Esto es el resultado del Pacto de La Picota, en el que el apoyo electoral de las bandas a la campaña de Petro en el 2022, quedó condicionado al sometimiento del Estado al narcotráfico. Permitirles quedarse con el 6% de los bienes ilegales, es el más descarado lavado de activos en toda nuestra historia. La lánguida cumbre antidrogas celebrada en Cali, la semana del 3 al 10 de septiembre, cuya invitación la cursó el propio Petro a los mandatarios europeos, con ocasión de la reunión en julio de la Celac y la Unión Europea, no tuvo el resultado esperado, quedando en entredicho nuestro liderazgo para impulsar un reenfoque en la política antidrogas. De lo que sí debe sentirse orgulloso Petro, es que estamos a las puertas de ser los mayores exportadores de cocaína al mundo, por encima incluso del petróleo. ¿Qué dignidad entonces, puede exhibir este Gobierno?