Tom Morello, guitarrista de la banda Rage Against the Machine, cuenta que desde que agarró su primera guitarra eléctrica, a los 13 años, hasta que integró su primera banda en 1986, dedicó al menos 8 horas diarias para practicar. Incluso mientras estudiaba Ciencias Políticas en Harvard sacaba tiempo para estudiarla y emulaba a Hendrix, Page, Iommi, Rhoades y Van Halen, hasta finalmente encontrar su propio sonido. Basta escuchar ese scratch, ese rasgado particular como de aguja en tornamesa de DJ de hip hop, para saber que es Morello, actualmente uno de los 50 mejores guitarristas en la historia del rock.
Morello es ejemplo de lo que el periodista y sociólogo Malcolm Gladwell llama un “fuera de serie”; una persona que dedicó al menos 10 mil horas a una tarea o actividad para sobresalir en ella. Esto significa unas 10 horas por semana en 20 años o 40 horas semanales en 5 años. Hice el cálculo: En mis 20 años como columnista he escrito alrededor de 1.040 textos de opinión, o sea unas 1.560 páginas (300 páginas más que la Biblia promedio) y a cada una le he dedicado sus respectivas horas. Si a esto sumo lo que he trabajado como periodista, siendo el periodo entre el 2007 y el 2017 el más intenso, tengo acumuladas unas 32 mil horas. Y, sin embargo, financieramente estoy igual que hace 20 años: quebrado.
El trabajo no siempre viene con reconocimiento. Una lección que me he negado a aprender, siempre esperando a que las cosas tomen buen curso, y que la sensatez y las evidencias - como aparecer entre los tres primeros columnistas más influyentes en la región en la última década, según la firma Cifras y Conceptos - se tomen en cuenta al momento de apreciar mi oficio. Empero, como columnista nunca me han pagado. Cero pesos.
Reconozco que desde que mis textos salen semanalmente en LA PATRIA se me han abierto puertas y me han dado a conocer en algunos círculos sociales. Pero también han traído amenazas, calumnias y balas que entran en la noche por la ventana de la casa. Incluso entre algunos políticos locales tengo fama de “agrio” por la forma en que me refiero a ellos. Y mis colegas piensan que, como al parecer se me da fácil lo de opinar y argumentar, esto es un hobby que no debe ser remunerado. Se equivocan, son muchas horas de trabajo lo que hace que esto parezca sencillo.
Asisto a foros, a conversatorios y cátedras… “¡qué buena intervención!”, “me gusta como escribe”, “siempre lo leo”… pero al llegar a casa los recibos están esperando. Y al banco le importa un bledo cuántos me leyeron el fin de semana o si algún político corrupto está preocupado por mis denuncias. Entonces me siento ante el teclado y me desahogo, como en este momento. Porque, además, no tengo con qué pagar un tratamiento psicológico y la EPS no considera la salud mental una prioridad. Si no es por mi familia, no sé cómo o dónde estaría.
Como docente, y por políticas internas, mi experiencia importa poco o nada. Tiene más valor académico un texto editado en una revista indexada, que el millar de columnas que he escrito, publicado y cuya lectura es medible. Trabajos que también requieren investigación, fuentes, verificación y buena redacción. Hoy gano la mitad a como comencé hace cuatro años, a pesar de tener más preparación, mejor reconocimiento como profesor y una maestría en camino.
Sí, estoy en un momento de angustia y desde hace un año estoy buscando nuevas opciones laborales, pero al parecer nadie me toma en serio. No me creen que estoy a un click de abrir un Onlyfans, pero no sé cómo esté el mercado erótico de cuarentones. Es una situación desesperada, pero no he llegado al punto de pedirle favores al Partido Liberal en Caldas. Ojalá no me toque, pero…
Entonces haré algo por mí y dejaré de publicar las columnas en LA PATRIA. A partir de la próxima semana podrán leerme en el portal demeuna.com, un espacio que tengo hace un tiempo, que reactivaré y espero monetizar. Tengo la suerte en contra: según Reuters, menos del 30% de estos espacios (periodísticos o de opinión) generan ingresos. Pero, si los hay, al menos serán para mí.
A LA PATRIA le agradezco por este espacio que por dos décadas alimenté. Al director/gerente Nicolás Restrepo solo le tengo respeto y cariño. Él me abrió las puertas de la empresa familiar en 1999, me invitó a escribir en 2002 y en 2007 me dio la oportunidad de ser el editor de Q’HUBO Manizales. Allí pudimos hacer y deshacer sin que nos coartara las ideas, y donde aprendí muchísimo de periodismo junto a Fernando Alonso Ramírez y su equipo.
No soy, ni me siento un “fuera de serie”, pero miro mis horas de trabajo y, al igual que Morello, creo que encontré un estilo. Hay mejores columnistas y periodistas ahí afuera, la competencia no es fácil, pero el instinto me dice que haga algo por mí. Por ello le pido a los lectores que, si me acompañaron antes, ahora lo hagan en este espacio. No será fácil, pero vale la pena intentarlo. Por allá los espero.