Por estos días se reúnen en Davos (Suiza) una cantidad de economistas, líderes mundiales, activistas del medio ambiente, políticos y jefes de estado, directivos de importantes multinacionales y de universidades de prestigio para hablar sobre cooperación en un mundo fragmentado. Allí, en el Foro Económico Mundial, se sientan ante una audiencia de élites - el 1% del planeta que, según Oxfam, acumula casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial - para decirle al 99% de la población cómo deben manejar sus finanzas y a qué compromisos se deben someter.
Es así como Suiza se convirtió en el primer Estado en ratificar el acuerdo de la Organización Mundial del Comercio - OMC que elimina los subsidios a quienes practiquen la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada. De esta manera, este país sin costas castiga a naciones como las del África Occidental que tienen esta actividad como parte importante de su Producto Interno Bruto - PIB y cuya población depende laboralmente de las pesqueras internacionales que sobreexplotan sus mares.
Que es un compromiso con el planeta, con el medio ambiente. Cierto. Pero también es cierto que mientras el salario mínimo en Suiza es de 4.700 euros mensuales, el de Senegal, país que tiene la pesca como parte importante de su PIB, es de 125 euros. El filósofo español Miguel de Unamuno dijo: “Cabeza, corazón y estómago son las tres facultades del alma que otros llaman inteligencia, sentimiento y voluntad”; cuando se tiene hambre la voluntad se va al carajo. Cuando el hambre es la de los hijos, hasta Greta Thunberg mataría un panda para alimentarse.
Y en ese afán de querer quedar bien ante estos cacaos de la economía también se dicen muchas burradas, como las de nuestra ministra de Minas y Energía Irene Vélez. Anunciar, ante una audiencia de potenciales inversores y empresarios, que Colombia no aprobará más contratos de explotación de gas y petróleo, es pegarse un tiro en el pie. Es comprometer las precarias finanzas estatales y forzar a que ese hueco se tape con lo que salga de nuestro bolsillo, pelado y escurrido a más no poder. ¿Será que olvidó lo que es mercar con un salario de filósofo?
Una noble propuesta la que hace la ministra al decir que Colombia trabaja en la transición energética hacia energías más limpias como el hidrógeno verde. Pero su anuncio es como el metro de Bogotá o Aerocafé, una idea manoseada para vender ilusiones. Lo cierto es que esta es una tecnología que todavía está en desarrollo y que - al igual que la energía eólica, la solar o la mareomotriz - actualmente no tiene el potencial para suplir energéticamente una ciudad de más de 100 mil habitantes (mucho menos un país). Está lejos del poder hidroeléctrico, los combustibles fósiles o la energía nuclear.
Entonces, frente a las cámaras de medios como CNN y Fox News, estos personajes nos comprometen con objetivos difíciles de alcanzar, por no decir imposibles, porque atentan contra nuestros estómagos. Van en contra nuestra voluntad y realidad. ¿Por qué en vez de sancionar la pesca ilegal, los suizos no castigan la evasión de impuestos? ¿Por qué la Credit Suisse no reconoce que lava el dinero sucio de los que saquearon a PDVSA, de terroristas de Medio Oriente, de mafiosos italianos, de corruptos colombianos? Y en cuanto a Irene Vélez… ¿por qué no lee a Unamuno?
Una vez se termine el Foro Económico Mundial estos megamillonarios regresarán a sus países en sus jets privados o vuelos chárter, sin importar la huella de carbono que esto deje. Regresarán a sus estilos de vida del 1% sintiendo que le hicieron un favor a la humanidad con esos acuerdos que firmaron. Unos compromisos adquiridos que ellos - desde sus puestos de CEO, Directores Generales y Ejecutivos - no parecen entender cómo repercuten en el resto del 99% de la población mundial. Porque ellos se van a dormir con el estómago lleno.