El grupo de arrieros y cocineros estaba formado por Luis Giraldo, Pedro Patiño, Anthony Cala (además excelente fotógrafo) y Sandy Gastelbondo. El jefe del grupo y organizador de la expedición es Wilson Álvarez. Todos muy cordiales y colaboradores. Mis compañeros de viaje, ya nombrados en crónica anterior, son excelentes fotógrafos; Ramiro Mariaca especializado en aves acumula en su archivo fotográfico 700 especies. Tiene una habilidad especial para distinguir las aves, por pequeñas que sean, en medio del follaje. Vive cerca de Bogotá en términos de Subachoque donde tiene su casa en medio de un bosque en el que viven muchas especies de aves y de mamíferos.
Ramiro es feliz en su refugio natural y de vez en cuando baja a Bogotá. Alejandra Murcia es una reconocida oftalmóloga de la capital; es una muy fuerte caminadora y es viajera empedernida por Colombia y por el mundo. Diego Castro, el otro compañero, es un educador joven, experto en los nuevos rumbos de la pedagogía moderna, muy querido por sus alumnos y exalumnos. Estos son mis compañeros en la Sierra Nevada de Santa Marta (SNSM) y viajan a menudo en mis correrías por la Colombia alejada de las multitudes y abierta a los grandes espacios naturales.
El camino de herradura se abre paso por los filos de las montañas, unas veces en duras subidas, pocas veces en descenso y muchas veces en largas travesías que son balcones para admirar la majestuosidad de las montañas. El terreno me parecía propicio para encontrar las avispas-correo arrastrando paralizadas arañas y así se lo dije a Ramiro. Llevábamos unas tres horas de camino y se cumplió lo que yo esperaba: una avispa luchaba contra una araña. Algunos las llaman avispas-correo porque vuelan y se detienen en todos los huecos de los barrancos, como si fueran correos de casa en casa. Buscan a las arañas en sus escondites. Cuando las encuentran comienza la mortal lucha en la que siempre gana la avispa.
En efecto, el insecto tiene la defensa, que es su aguijón, orientada hacia abajo. En cambio la araña para defenderse debe tratar de voltearse hacia arriba, pues tiene las defensas, que son los quelíceros, orientadas hacia abajo. La avispa volando sobre la araña rápidamente le clava el aguijón y la inmoviliza, no la mata, y así paralizada la arrastra hasta el nido donde deposita los huevos encima del arácnido de modo que cuando nacen las avispitas encuentra alrededor comida fresca. A menudo leo en crónicas de periodistas que califican a las arañas como insectos. No, no son insectos, como las avispas que son insectos, las arañas son artrópodos. Es impresionante ver cómo avispas de pequeño tamaño arrastran pesadas arañas y para ello deben salvar obstáculos como piedras, plantas y desniveles. En muchos de mis caminos por Colombia me he detenido a ver esta “struggle for life” y el acarreo de la víctima. El espectáculo más impresionante lo presencié yendo hacia la Cueva de los Guácharos en el Huila: una avispita arrastraba una tarántula que era por lo menos 20 veces más grande y pesada que ella.
Existen por lo menos 40 especies en varios géneros de estas avispas cazatarántulas. Son de color negro con alas rojas y algunas especies con reflejos azules. Normalmente no pican al hombre, pero molestadas, su picadura es de las más dolorosas que existen en el mundo, tanto que figura en la “Lista Schmidt insectos” que da cuenta de las picaduras más dolorosas de insectos del mundo. Alguna vez hablé aquí en mi columna de esta lista porque fui víctima, en una Navidad en la selva, de la picadura más dolorosa del planeta, la de la hormiga conga, o venticuatro o poneira o yanabe.