San Javier ha apostado por el turismo de avistamiento de aves, de paisajes y de la cultura cafetera. El emplazamiento del pueblo permite gozar de paisajes en todas direcciones, hacia la Sierra y hacia la planicie de la Ciénaga Grande de Santa Marta. Como regalo para nuestros amigos y familiares compramos café de varias marcas. La camioneta había ido puntualmente por nosotros. Como ya lo relaté, el conductor nos contó en el descenso cómo se salvaron de la covid, cerrando los dos pueblos. Otro detalle ocurrido en el camino nos mostró la unidad que existe en los dos pueblos y cómo saben cuidarse. Hablo de San Pedro de la Sierra y de San Javier. En una curva de la carreterita dos muchachos que bajaban a pie nos hicieron señas de que los recogiéramos. Pensé que podíamos hacerlo, pero no dije nada. El conductor inmediatamente llamó al jefe de la acción comunal de San Pedro para decirle que bajaban los dos muchachos que habían robado las pertenencias a un habitante del pueblo. Le contestaron de arriba que los habían cogido, expulsado del pueblo y les habían quitado todas las pertenencias, las robadas y las otras. Así que los muchachos debían bajar sin un solo centavo en el bolsillo y estaban muy lejos de la carretera principal de la Costa.
Se sentía el fresco y agradable olor a mango de las fincas ubicadas más abajo. Llegamos a San Pablo, sitio de la carretera que marca nuestro descenso y que se ubica en la carretera central de la Costa. Seguimos al pueblo de Sevilla a lograr que nos rebajaran el 50% de una multa que nos habían impuesto cuando viajábamos de Bogotá a Santa Marta, en camino para la Sierra. Nos dijo el policía de tránsito que si pagábamos en un tiempo determinado la rebaja era del 50%. El policía nos impuso la multa porque los pasajeros de atrás del vehículo no llevaban puesto el cinturón. Por las largas que daba nos dimos cuenta de que él quería que le diéramos dinero, cosas que no hicimos. Pero sí vimos que el dueño de otro vehículo al que también impuso una multa le trajo unas cinco botellas de gaseosas y con ello arregló el problema. Nos contaron después que es muy común en esta zona del país que los agentes de tránsito se arreglen con los conductores con una botella de cerveza o de cocacola. ¡Esto es Colombia! En la alcaldía de Sevilla pagamos la multa.
Llegamos a Santa Marta, que estaba enfiestada, llena de turistas colombianos y extranjeros. Nos despedimos agradecidos de los amigos que nos habían llevado a la Sierra Nevada de Santa Marta. Estos son sus datos por si algún lector quiere hacer este maravilloso viaje con ellos: Wilson Alvarez: [email protected] y también: [email protected]
Iniciamos los preparativos para un corto viaje a la Guajira, territorio que hemos visitado muchas veces y que nos atrae. Viajamos a Riohacha. Fuimos a casa de Francisco Huérfano, cordial amigo y uno de los más respetados empresarios de turismo para la Alta Guajira. Él y Álvaro Triana, antropólogo amigo nuestro, nos habían preparado los itinerarios en la región. El turismo en la Guajira se ha complicado entre otras cosas por la presencia de venezolanos.
Nos cuentan los dueños tradicionales de agencias de viajes de Riohacha que el turismo hacia la Alta Guajira “se desmadró”. En Riohacha hay 60 agencias de viajes y en toda la Guajira 140; muchas de estas de personas venidas del interior no conocen la región, ofrecen pobres servicios y solo buscan dinero. Los problemas son muchos. La paz y tranquilidad que se buscan en la Alta Guajira son cosas del pasado. Las multitudes abarrotan todos los sitios interesantes.