Orocué es un pueblo muy bello, bien cuidado y adornado. Varios monumentos, entre ellos una estatua, hacen alusión a José Eustasio Rivera. Todo ha sido obra de un alcalde muy ejecutivo que incluso tenía un avión ultraliviano para visitar las veredas. Hace muchos años conocí a orillas del Cravo Sur en Orocué un árbol a cuya sombra, se dice, se sentaba Rivera a componer pasajes de su otra. Hoy existe un retoño del árbol.
En Orocué tienen una casa museo que conserva algunos recuerdos de la estancia del poeta. En aquellos tiempos pertenecía a un señor Amézquita y hoy son sus descendientes los que la conservan y la han convertido en museo. La Universidad de La Salle colaboró en la adecuación del museo. Además de algunos recuerdos de Rivera, el museo exhibe objetos propios de la cultura llanera. Hace dos años me invitaron al museo y me hicieron recitar varios pasajes de la novela. Julia Mejía Amézquita, creadora además de la Fundación Isana, es la administradora. ¿De dónde sale el nombre de la Fundación? En La Vorágine, Arturo Cova, el protagonista, le pide al guía, “al brújulo” Clemente Silva, que lo lleve al río Isana a encontrarse con su amada Alicia.
En Orocué la Fundación Palmarito, de Jorge Londoño y cuyo director es Alejandro Olaya, administra un parque natural que se llama Wisirare en el que tienen unos siete caimanes de los llanos, de nombre científico Crocodylus intemedius. (Croco…no coco…). Para nosotros caimán y cocodrilo es lo mismo. El caimán de la costa es el Crocodylus acutus. La Fundación Palmarito está poblando los ríos de los Llanos con el ”intemedius” que crían en Wisirare y de esta manera están salvando la especie que estaba casi extinguida por la caza desmedida.
En este momento del relato sobre Rivera, La Vorágine y su mundo, vuelvo atrás para narrar un hecho importante en la vida de César Uribe Piedrahita, el biólogo, médico y toxicólogo del que hablé en artículo anterior y que escribió la novela Toá, sobre el mundo del caucho y del Amazonas. César es uno de los colombianos más polifacéticos de nuestra historia científica y literaria; fue además pintor, músico, educador, aventurero, etc. Muchas de sus pertenencias, libros, colecciones de plantas, pinturas, etc., desaparecieron en el Bogotazo, el 9 de abril de 1948; inmensa e irreparable pérdida para él, para Colombia y para la ciencia. Murió en 1951.
Pues bien, él se encontraba en Egipto cuando los dos mariscales se enfrentaban en el desierto: el mariscal Montgomery y el mariscal Rommel. Este enfermó de una rara fiebre cerebral y nuestro compatriota fue llamado a atenderlo y lo curó. El gran mariscal teutón, el más famoso soldado que tuvo Alemania, le agradeció y le regaló una bellísima espada que está hoy en poder de su pariente, el médico Carlos Uribe, el científico que trajo al país la artroscopia de rodilla, especialidad en la que es el más experto cirujano en Colombia.