Estoy escribiendo sobre los países que según mis conocimientos, criterio y valores deben figurar en primera fila en la lista de viajeros serios e ilustrados del planeta. Como se ve no aparecen lugares famosos que atraen a turistas ávidos de diversión, gran vida, baile y mundanidades. Respeto sus gustos pero esos países nunca estarán en mi lista ni para mí ni para recomendarlos a viajeros serios e ilustrados. El primer país de mi lista es Egipto y de él hablaré a partir del 20 de abril. Sin embargo mi país preferido es Marruecos que ocupa el sexto lugar en la lista. No ocupa el primero porque la cantidad de monumentos de Egipto lo imponen como el número uno. Pero Marruecos domina en mi criterio por la acertada mezcla de pasado y presente, de historia, magia, bellezas naturales y exotismo conjugados con los adelantos del modernismo.
De regreso a Marruecos quiero visitar a Esauira, “bello puerto de mar”, ciudad blanca, fortificada, poseedora de una medina que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. De camino para Esauira me detengo varias veces al borde de la carretera para observar un fenómeno curioso: cabras trepadas en los árboles. Se trata del árbol del argán, que se parece al olivo y da un fruto también muy parecido. Las cabras se suben al árbol a comer las pepas amarillas. Curioso fenómeno ver un animal de cuatro patas que trepa a árboles con total facilidad. El argán, producto nativo de Marruecos, es un regalo de este país para el mundo. De sus pepas se fabrican tanto productos cosméticos para la piel, como aceites comestibles y jabones.
Esauira se encuentra en la costa occidental del Atlántico. Los fenicios la visitaban en la edad antigua e iban tras un gasterópodo del cual se extraía la púrpura. Tengo gratísimos recuerdos de esta ciudad encantadora. En primer lugar por su medina, en segundo lugar por el puerto pesquero. Y en tercer lugar por el festival musical Gnaua. El espectáculo del descargue de la pesca es muy pintoresco por el colorido de los barcos y la alegría del trabajo de los marineros. Y uno, que es romántico empedernido, goza mirando el espectáculo y haciendo fotos. El color de las pequeñas embarcaciones para los turistas es azul. Estuve varias horas sentado en la muralla fotografiando las faenas de los pescadores, las barcas de colores y sobre todo el vuelo de las gaviotas. ¡Oh Juan Salvador Gaviota!
El otro espectáculo inolvidable que traje de Esauira es el festival Gnaua que se celebra en el verano. Tuve la suerte de presenciarlo y de hacerle decenas y decenas de fotografías. Los intérpretes son negros venidos del mundo subsahariano. Fueron muchos los grupos que se presentaron con los más bellos trajes de vivos colores. Las vestimentas son de terciopelo y así ataviados, los negros de bella estampa parecen reyes de imperios de “africana solemnidad” como diría Federico Nietzsche.
Mohammed III construyó de nuevo las murallas en el siglo XVIII que habían sido derribadas por orden del Cardenal Richelieu que acusaba a los marroquíes de Esauira de actos de piratería. El viento es parte del paisaje de Esauira y por ello el mar se presta para las variedades del surf: el windsurf y el kitesurf.
Marruecos, país de sol y de brillante luminosidad, es potencia mundial en energías alternativas y así posee enormes campos de paneles solares.
Llegado este momento debo decir adiós a este mágico país, resumen de la grandeza y del exotismo del pasado y de los avances del modernismo. Visitar Marruecos y después morir.