No suelo contar públicamente mis vivencias personales, pero lo hago ahora inducido por el fallecimiento del gran maestro Fernando Botero Angulo, y por la curiosidad de dos hechos que el mismo día del ‘encuentro’ me sucedieron; ambos me generaron gran expectativa, los que a la postre resultaron frustrados.
Transitaba una mañana por el andén de una de las calles de Mónaco, a menos de media cuadra antes de llegar a la “Plaza del Casino” donde se halla ubicado el famoso casino Montecarlo. Venía de observar tanto la ruta del Circuito del Gran Premio de Fórmula 1, como el ‘Paseo de la fama’, donde están asidos a la acera, fundidas en bronce, las rúbricas y las plantas de los pies de famosos jugadores de fútbol (Pelé, Maradona, Iniesta, Zico, Luis Suárez, Pibe Valderrama, Paolo Rossi, y otros 100), y las manos de dos arqueros (Dino Zoff y René Higuita). Al ir observando las fachadas de las construcciones, de repente vi una galería de arte en un primer piso; era nada más y nada menos que del maestro Botero, a la que por supuesto ingresé con algo de timidez a ver la obra, y también si por coincidencia encontraba en su interior al célebre artista colombiano. El interlocutor me manifestó que en el momento no se hallaba allí. Oteando desde afuera un buen rato a la espera optimista de su ingreso, pero al mismo tiempo afectado por la prisa del turista, me debí ausentar y resignar: se trató de un encuentro con su obra, pero con la frustración de no haber podido cruzarle siquiera mi saludo caldense. Ese encuentro por supuesto resultaba igualmente emblemático para mi esposa que ha trajinado por los designios de la pintura y la escultura.
Ante la situación, me vi forzado a proseguir mi andar hacia otra plaza, algo distante, donde se halla construido el Palacio residencia del príncipe de Mónaco (‘Place du Palais’), en la que se anunciaba, ese mismo día de verano en la noche, un concierto de música clásica con la Orquesta Filarmónica de Montecarlo, a realizarse, como es tradición, en el “Patio de Honor” de la sede. Quise ingresar, para conocer además su interior, y a pesar de insistir en la adquisición de la boleta de entrada, no se me permitió por no llevar puesta “une cravate” (una corbata): “Monsieur, impossible d’entrer sans cravate”. Debí consolarme, una vez más, desde el exterior del principesco palacio, con el eco de las interpretaciones.
En las entrevistas nacionales como extranjeras que presentaron en estos días como homenaje al ilustre artista Botero, pude detectar su gran calidad humana, su humildad, así como su sensibilidad por lo nuestro, momentos en los cuales reviví las frustraciones de no haberlo podido contactar en tan lejano lugar, pero tan cerca en aquel día; así como aquella noche en la que por falta de una corbata (la que normalmente llevo a todos lados), que la exige el protocolo, no hubiera sido posible lograr que un hijo de Neira y de Caldas pudiese ingresar al Palacio real de la glamurosa Mónaco.
***
Mil y mil gracias al Dr. Nicolás Restrepo Escobar, así como agradecimientos perennes a los anteriores directores que, desde los años 80s, me abrieron las puertas de “La Patria”. Al Director Nicolás Restrepo le puse a su consideración una columna de tratamiento jurídico y formación de cultura ciudadana tan escasa en nuestro país. Lo aceptó y gustosamente lo asumí. En estos últimos 10 años he procurado quincenalmente ser fiel a lo propuesto y a lo por él aceptado. Mi deseo de siempre es que tenga, junto con su familia, el más excelente futuro.