Este título corresponde a un cortometraje realizado por la directora de cine mexicana Ángeles Cruz, en el 2012, que fue ganador de premios muy importantes, como el Ariel a mejor cortometraje, pero más allá de su valor cinematográfico, el cual es indudable, expone un tema muy delicado y doloroso; la perpetuación del abuso sexual infantil, en donde el perpetrador es un miembro de la familia, a veces el padre, un tío, el hermano y esta terrible situación es callada, aceptada y tolerada por otros miembros de la familia, incluyendo la madre de la víctima.
La tiricia es una enfermedad del alma, una tristeza visceral, que una de las protagonistas del film define con un corto diálogo: “No pude dormir Amá, tengo un hoyo en la panza y un miedo como de chivo antes de que lo maten”, Alicia es quien describe el mal, que se le despertó luego de ver al padre de su hija borracho y cargándola, en una situación que podría degenerar en abuso. La mujer le quita la niña y se va a esconder a un maizal con la pequeña en sus brazos y allí recuerda su propia historia de abuso sexual a manos de su hermano mayor, que fue aceptada pasivamente por su familia. Cuando la madre de Alicia la encuentra en ese estado le dice “Andas tiricienta, estás enferma del alma” y con mucha angustia le dice a su hija “yo te la pegué” a lo que ella le responde con un nuevo interrogante; “Y a usted ¿quién se la pegó Amá?, entonces ella rememora su propia historia de abuso sexual, cuyo perpetrador fue su tío, aunque la niña trató de resistirse, su madre se la entregó al hombre. Implícitamente la directora y también guionista deja planteada una situación dolorosa que han tenido que vivir muchas mujeres de su linaje. Pero esta situación no se circunscribe a México, de donde es la realizadora, en Colombia estadísticamente se ha visto que la mayoría de las veces que se produce un ataque sexual a una menor de edad, el victimario es alguien de su familia.
Lo más bello del cortometraje es ver cómo Alicia decide romper con este ciclo de violencia y no permitir que su hija sufra lo mismo que ella y las otras mujeres de su linaje, con un contundente “¡Pues aquí se acaba!”, toma a su hija de la mano y junto a su madre se van a un hermoso campo de flores blancas, que simbolizan la sanación de ese mal, que es “la peor de las enfermedades”.
La herencia familiar invisible se puede modificar, sólo requiere que una persona decida hacer las cosas de manera diferente, como Alicia, de esta manera ella libera a su hija cuando le expresa: “No cargues mi pena, no cargues la pena de mi mamá, no cargues la pena de la mamá de ella, no es tuya esa tiricia”. Sería bueno que cada persona indague qué cosas le gustaría sanar en su linaje, qué no quiere heredarles a las futuras generaciones de su familia, puede ser la violencia, el abuso, las adicciones, el robo, el narcotráfico y tantos otros males que como país hemos padecido y forman parte de esa herencia que nos gustaría transformar; tomemos la decisión, como ella, de decir “Hasta aquí”.