Nuestra avenida insigne, la de mostrar, la más plana, la más agradable de transitar, está siendo objeto desde hace años de ataques y bombardeos. Cada día son más los conflictos que se le presentan, generados por el transporte público, los vehículos particulares, las motos y las bicicletas. Eso para no hablar de la invasión de los andenes y antejardines. Tal como están las cosas, está a punto de recibir otro bombardeo por la propuesta de estrechar su separador central, que de llegar a darse afectará muy fuertemente su estética y ornato.
Hay que evitar a toda costa que termine convertida en un muro de contención y como separador de los carriles, tal como está el tramo entre el Batallón y El Cable. No se puede olvidar que Rojas en su pasada administración dejó una ciudad con unos parques y separadores totalmente florecidos y una ciudad embellecida. Igualmente, impulsó el uso de las bicicletas en la ciudad. Montó el programa de las bicicletas públicas, que cumplieron el objetivo de promoverlas como medio de transporte.
El programa funcionó durante las administraciones de Rojas y de Cardona. Marín le dio un impulso al establecer una ciclobanda sobre la avenida. Impulso que se perdió al no hacerle el mantenimiento y reposición que requerían estos vehículos y sobre todo por la suspensión del programa -que todavía no opera- en su último año de mandato, siendo estas las principales razones para desincentivar el uso de este medio de transporte.
Es claro que la ciudad, especialmente por su topografía y las condiciones de sus vías, poco ayuda para tener líneas de ciclobandas como las que tiene Bogotá. Sin embargo, hay barrios aledaños a las avenidas Santander y Paralela, cuyos pobladores podrían usar las bicicletas para ir a sus sitios de trabajo o de estudio. En campaña, el alcalde Rojas se comprometió a que su primer acto de Gobierno sería la eliminación de la ciclobanda de la avenida Santander. Una cosa es ser candidato y otra muy distinta ser alcalde. Cuando llegó a la Administración, muy rápidamente se dio cuenta que borrar la línea no era tan fácil.
La discusión no puede ser tan simple como una pelea entre ciclistas y conductores. El tema es más de fondo. La ciudad requiere urgentemente un programa que contemple un mejoramiento en su sistema de transporte que permita entre otras, desestimular el uso del carro particular. Son muchos los años que se lleva hablando de la implementación del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP). Se requiere urgentemente actualizar el estudio de origen y destino que se hizo no hace muchos años, en el que se definan claramente cuáles son las rutas y los horarios de los buses y busetas que optimicen el servicio. Así mismo, se deben aprovechar las cámaras que recientemente se instalaron sobre las vías para que sirvan de control y seguimiento de la prestación del servicio y por supuesto, establecer que las rutas sirvan de complemento al funcionamiento del cable aéreo. Lo que además contribuiría a abaratar costos en el transporte público.
Se dice que implementar el Sistema es muy costoso y que muy posiblemente el Gobierno nacional no lo apoyará; sin embargo, principio tienen las cosas y éste se puede ir implementando por etapas. Sería un error que el SITP quedara condenado al olvido. Las bicicletas siempre existirán. Son aprovechadas para el ejercicio, la recreación y una excelente alternativa económica y ecológica de transporte. Con abandonar e ignorar a los ciclistas lo que se logra es aumentar el conflicto y la accidentalidad.