La Licorera de Caldas a  principios del siglo empezó a presentar estados financieros deplorables.    Esta entidad, que en sus buenas épocas del siglo pasado le transfería anualmente a la gobernación una cifra de dinero muy importante, en el año 2013 arrojó perdidas.  En esa época se llegó  a proponer  que se vendiera la empresa o se buscara un socio estratégico.    
En el año 2015 la empresa dio unas utilidades de $2.700 millones y en el 2016,  con Luis Roberto Rivas como gerente, la utilidad operacional fue de 47 mil millones de pesos.  Desde ese año hasta la fecha las utilidades de la empresa han fluctuado en ese rango. 
El mercado de licores es muy competido. La figura que se tiene establecida en el país   de “monopolio de licores” la hace más dura. Mientras los licores importados se pueden vender en cualquier sitio del país sin restricciones, el aguardiente por ser  un producto autóctono y étnico colombiano está protegido, por lo que se requiere un  convenio para poder distribuirlo en otros departamentos. 
La operación de la empresa requiere estar permanentemente monitoreando el mercado y estar investigando el consumo y los gustos. La Licorera de Caldas vive permanentemente innovando y sacando nuevos productos al mercado. El negocio exige ser muy dinámico.  
Dentro de este ejercicio encontraron que en sus productos estaba el Aguardiente Amarillo de Manzanares, que se empezó a producir en este municipio caldense en 1885.  Dentro del proceso de innovación se hizo un estudio muy profundo de sus orígenes y de toda su historia. El Aguardiente Amarillo impactó muy fuertemente en la población joven. Motivaciones como el diseño del envase, su etiqueta y sus 24 grados de alcohol invitan a su consumo, con baja probabilidad de emborracharse. Todo este mercadeo permitió que el producto pasara de  60 mil botellas vendidas al año a 7 millones de botellas al año.  Se puede decir que es el producto que en este momento  le está dando la mano a la empresa.    
Colombia tiene cinco licoreras  destacadas, siendo las más representativas, además de la de Caldas,  Antioquia y Cundinamarca, empresas que al ver el éxito del Aguardiente Amarillo, decidieron “cerrar fronteras”, desconocer los convenios firmados e impedir el ingreso del producto.  Hoy en día esa decisión está en litigio jurídico.  Antes del cierre de Cundinamarca, la Licorera de Caldas  esperaba  vender 5 millones de botellas  este año en ese departamento. 
Así mismo, la Licorera de Antioquia introdujo en el mercado el  “Aguardiente Real”  tratando de competir con el amarillo, pero fue tan  fiel la copia, que perdieron una demanda con la Licorera de Caldas y tuvieron que retirar del mercado el producto. 
La Licorera de Caldas espera este año utilidades aproximadas a los 60 mil millones de pesos y transferirle 35 mil millones de pesos a la gobernación.
El gobernador electo tiene un enorme reto.  No puede dejar caer la empresa y menos que llegue a niveles de principios del siglo.  A pocos días de su posesión le nombraron gerente de la licorera y le sacaron una parte del personal directivo.  Hay que tener en claro que cambio de gobierno, implica cambio de funcionarios.  Tendría mejor presentación si estos se hacen después de la posesión del mandatario.  En esta oportunidad no fue así.  Le tocará a Henry Gutiérrez tomar las decisiones y correctivos que sean pertinentes, siempre teniendo claro que a la final es al gobernador al que le toca “poner  el pecho”.
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Resumen de la audiencia pública en Chinchiná sobre la continuidad de Autopista el Café:  el proceso de estudio por parte de la ANI de la propuesta de la IP Conexión Centro continúa, de acuerdo con el marco legal.  La doble calzada La Paila-Calarcá, con su variante, impide que la iniciativa salga adelante.  Lo más importante es evitar que la Autopista pase en el 2027 a manos del Invías. Eso sería un error monumental. Lo mejor sería que los tres departamentos se unieran, se distribuyan equitativamente los recursos que se reciben en los peajes y acordaran con la ANI las obras a ejecutarse