La presidencia de Gustavo Petro se ha caracterizado por su improvisación, pero también por sus reiterados y permanentes viajes al extranjero, donde se siente a sus anchas, como en su reciente viaje a España, donde se reunió con el rey Felipe VI, quien lo invitó a un banquete, al que no quiso asistir de frac como lo dice el protocolo aduciendo que eso era traje de élites; pero no tuvo inconveniente en llegar en Rolls Royce y disfrutar de la opulencia y fastuosidad de la recepción.
Una muestra de las improvisaciones del presidente, se dio antes de que terminara el 2022. Publicó un trino en el que afirmaba que se había acordado un cese al fuego bilateral con algunos grupos al margen de la ley, incluyendo al ELN, grupo guerrillero que de inmediato desmintió la afirmación, aclarando que no habían pactado nada con el gobierno. Los otros grupos que se acogieron a la “tregua” aprovecharon la oportunidad para fortalecerse y atacar a la comunidad sin ningún control.
Al inicio de su mandato, Petro pidió el cambio del gerente de la ANDI, petición que no fue escuchada. Lo mismo hizo con el gremio de los constructores, quienes muertos del susto sacaron a la directora de Camacol, quien estaba haciendo un excelente trabajo en defensa del gremio. Cuando el gremio cafetero estaba el año pasado en pleno congreso anual, Petro hizo una llamada a través de una delegada, pidiendo la cabeza de su gerente. Los cafeteros también se asustaron y retiraron al gerente de su puesto.
Después de un largo y publicitado proceso, que finalmente llegó a una terna y para la elección del gerente de la Federación se programó un congreso extraordinario cafetero. Petro trinó a pocas horas de la reunión, pidiendo que aplazaran la elección, lo que no cayó para nada bien en el gremio, que decidió nombrar al nuevo directivo. Después de esta decisión, el presidente publicó un trino molesto y amenazante por la decisión de los cafeteros.
Sin haber cumplido su primer año de gobierno, ha enfrentado dos crisis ministeriales. En la primera sacó entre otros, a su ministro de educación, quien no solo estaba haciendo un buen trabajo en su cartera, sino que también había hecho unos comentarios con respecto al proyecto de la Reforma a la Salud, lo que no le gustó a Petro.
Recientemente, en su segunda crisis ministerial, cambió a siete de sus ministros, entre ellos a la ministra de salud y al de hacienda. Carolina Corcho, hoy exministra, es una ideóloga recalcitrante que no aceptaba modificaciones a su proyecto. Con respecto al ministro de hacienda, que era el “polo a tierra” de la administración, Petro lo cambió porque se cansó de que Ocampo lo estuviera corrigiendo reiteradamente por sus improvisaciones y salidas en falso y al parecer, también por discrepancias con la elección del gerente de la Federación de Cafeteros.
Al Ministerio del Interior llegó Luis Fernando Velasco, quien como en una carrera de relevos, reemplazó a Alfonso Prada que ya acusaba un enorme desgaste en el oficio de sacar adelante en el Congreso de la República los proyectos del gobierno. Velasco recién posesionado, logró la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo con algunas modificaciones a la propuesta inicial y ahora le toca enfrentarse al trámite de las Reformas a la Salud, la Laboral y la Pensional. Reformas muy cuestionadas y cuya aprobación no será fácil. Para ésto le tocará implementar la nueva estrategia del gobierno: negociar uno a uno con cada congresista; es decir, repartir abundante “mermelada”.
Otra muestra de improvisación fue el protagonismo que quiso tener para que se reanudaran los diálogos en Bogotá entre el gobierno de Maduro y la oposición de Venezuela. Diálogos a los que Maduro pidió condiciones incumplibles y no asistió ningún venezolano, solamente participaron representantes de una veintena de países. Es decir, en esa gestión Petro no salió con nada. Hay que resaltar que el único venezolano que quiso intervenir en la conferencia fue Juan Guaidó, a quien Petro lo expulsó del país en pocas horas.
Otra de las improvisaciones son los famosos balconazos en los que Petro pronuncia discursos amenazantes e intimidantes, sembrando terror y angustia a los colombianos y lo mas interesante es que después de que hace el daño, sale a tratar de rectificar y matizar sus expresiones y comentarios.
La última, y la mas complicada, fue el “descache” de decir que él es el jefe del Fiscal General de la Nación, lo que generó una enorme controversia. A regañadientes tuvo que salir a rectificar. Lamentablemente estos comportamientos del presidente no están ayudando para nada a controlar la alta polarización que vive el país, ni a tranquilizar a la comunidad.