Petro se considera el dueño de las marchas en el país y el único que las puede convocar, las otras que se hacen así sean más numerosas que las convocadas por él, no sirven. Utiliza las marchas como mecanismo de presión para que sus proyectos salgan adelante, para atacar a sus enemigos y especialmente al congreso -donde supuestamente tiene las mayorías- y a la rama judicial.
Durante el presente siglo se institucionalizaron las marchas en el país. En la primera década fueron muchas y multitudinarias en contra del secuestro y pidiendo la paz. A finales del 2019 se dio un fenómeno de marchas y protestas en Latinoamérica, que se inició en Chile, posteriormente se unió Colombia y quedaron suspendidas por la pandemia. En el mes de abril del 2021 se reiniciaron, en medio de las restricciones para transitar libremente por las calles. Petro, como precandidato, apoyó fuertemente las marchas caracterizadas por su violencia y el cierre de carreteras, lo que provocó una crisis económica, generando un clima de inestabilidad y desconfianza en la sociedad y afectando en alto grado el desarrollo económico del país.
Poco le importaba al hoy presidente que se destruyeran inmuebles y que el país se paralizara, así se estuviera haciendo un gran esfuerzo por salir de las dificultades que trajo consigo la pandemia. A él lo que interesaba era desestabilizar el país, acorralar al presidente Duque y mostrarse como el salvador, con una propuesta “del cambio”.
Ya como presidente, Petro busca imponer sus reformas y propuestas de gobierno a través de manifestaciones populares y discursos pronunciados desde el balcón de la plaza de Nariño. La estrategia es gobernar desde la calle y direccionar a los manifestantes, procurando concentrar su poder en las marchas, buscando que las decisiones se tomen en función de la presión de las marchas.
Lo complejo es que el presidente desconoce las manifestaciones que está llevando a cabo la oposición, que son mucho más numerosas que las que él convoca, mostrando claramente una falta de apertura al diálogo y a la diversidad de opiniones, lo que es esencial en cualquier democracia. Petro no tolera el disenso, propicia la polarización y cuando se ve acorralado se victimiza.
Es fundamental dejar en claro que las marchas en contra del presidente no buscan derrocarlo, ni exigir su renuncia; sobre todo si se tiene en cuenta quien sería su reemplazo. La idea es invitarlo a que modere su lenguaje y que se muestre dispuesto a escuchar y aceptar sugerencias y cambios en sus propuestas de gobierno. Afortunadamente la rama judicial no se ha dejado seducir ni acorralar por el presidente, preservando con su accionar los equilibrios del poder
Ñapa 1: no tengo ninguna duda que la ley de paz total la va a tumbar la Corte Constitucional por vicios en el trámite en el congreso. Petro esta convencido que puede tramitar sus reformas y proyectos sin cumplir los requisitos que se tienen establecidos para su aprobación.
Ñapa 2: Con el paso de los días se ha venido presentando un fenómeno en el consumo de las sustancias psicoactivas que está siendo más atractivo que la cocaína, que es el consumo del fentanilo. Narcótico sintético, mucho más poderoso que la heroína y la morfina, por lo que una pequeña dosis da una sensación de euforia y de bienestar extrema al consumidor. Droga altamente utilizada en procedimientos quirúrgicos.
La producción del fentanilo ilegal es barata, rápida de fabricar y fácil de transportar; además, tiene muchas formas de consumo, puede ser aspirado, inyectado, tomado y hasta untado. El fentanilo es un opioide sintético y los opioides están siendo muy consumidos en los Estados Unidos para el manejo del dolor, pero por las sensaciones de placer y bienestar, se volvió popular y de uso recreativo, con altos riesgos para quienes los consumen y causando estragos a la comunidad gringa.