Cuando te digo Simone Biles, ¿en qué piensas? En medallas brillantes, logros olímpicos extraordinarios, una sonrisa radiante... ¿o en un cabello desarreglado? Sorprendentemente, para algunas personas, esto último parece eclipsar todo lo demás, y me pregunto, ¿es en serio? Simone Biles, una de las atletas más grandes de todos los tiempos, ha inspirado al mundo con sus acrobacias que desafían la gravedad y su lugar indiscutible en la historia de la gimnasia. Pero lo que muchos no ven es la historia de perseverancia y resiliencia que hay detrás de cada salto, cada giro, cada aterrizaje perfecto. Su viaje va mucho más allá de las medallas, es un testimonio de fuerza interior y valentía.
Lo que realmente me impacta es la cantidad de comentarios que recibe sobre el aspecto de su cabello. ¿Por qué es tan difícil entender que no todos los cabellos son lacios y perfectamente peinados? Simone es una atleta de élite, su peinado no define su talento ni su valor. Sin embargo, estas críticas aparentemente insignificantes tienen un trasfondo profundo. Para muchas mujeres afrodescendientes las críticas sobre su cabello no son nuevas. En las empresas, en el deporte y en la sociedad en general estas mujeres a menudo se enfrentan a un escrutinio que les hace sentir que algo está mal con ellas, simplemente por la textura natural de su cabello.
Este tema, que a primera vista puede parecer trivial, tiene un impacto real y doloroso. No se trata solo de Simone Biles; se trata de una lucha constante que enfrentan muchas mujeres que, como ella, son juzgadas no por sus logros o carácter, sino por su apariencia. Esta superficialidad revela una desconexión preocupante en nuestra sociedad, que aún tiene mucho qué aprender sobre la aceptación y el respeto hacia la diversidad.
Simone Biles no solo es un ejemplo de excelencia deportiva, sino también un símbolo de resiliencia y autoafirmación. Nos ha demostrado que el verdadero éxito no se mide solo en medallas, sino en la capacidad de mantenerse fiel a uno mismo, incluso cuando el mundo intenta imponerte sus estándares superficiales. Nos ha recordado la importancia de celebrar nuestra individualidad y de luchar contra las críticas injustas.
Así que, la próxima vez que te des cuenta de una crítica a una mujer por su apariencia, recuerda el caso de la gran Simone. Porque al final del día lo que realmente importa no es la apariencia de las personas, sino lo que han logrado, sus habilidades y la forma en que están aportando a que el mundo sea un lugar mejor. Si algo de lo que estás leyendo resuena contigo recuerda pasarle el mensaje a otra persona, para que juntos cambiemos el mundo una neurona a la vez.