Cuando el episodio Liberland es el rasero, cualquier idea, la que sea, parece superación. De ahí el riesgo que tenemos con el nuevo gobierno municipal. Que el alcalde pasado nos colmara a punta de insensateces, no puede llevarnos a creer que con el actual todo será un esplendor de buen juicio.
En pocos días, el alcalde Rojas está usando el comodín de vendernos algunas cosas como sensatas sin mayor argumento que mostrarlo como una “desliberlandización”, es decir, como una respuesta contra el espanto que nos dejó Carlos Mario Marín. Digamos que era previsible, pues parte de la elección de Rojas tuvo ese mensaje de querer “desliberlandizarnos” pronto. Por eso mismo, algunas ideas nuevas merecen el beneficio del tiempo para que muestren cosas.
Sin embargo, hay otras propuestas que ya de entrada se ven como salida fácil de “desliberlandización”, en las que su oposicion al pasado disfraza que está evadiendo decisiones impopulares. Un ejemplo es la mala decisión de no controlar la velocidad de los vehículos con el sistema de cámaras de fotodetección. Que no es que le disguste el control a la velocidad, dijo, sino que el límite de 30 kms/h le parece “insensato”. Lo grave es que igual no planteó ninguna alternativa para controlar algún otro límite.
El alcalde fue ministro de Transporte y en su periodo cuajó la Agencia Nacional de Seguridad Vial —ANSV—. Debe saber de lo que habla. Sabe que esa entidad nació con el enfoque de “Visión Cero”, promocionada por la Organización Mundial de Salud —OMS—. Se trata de un enfoque que reconoce que la pérdida de una sola vida en la vía ya es inaceptable; que es lo sensato, digo. (Cuenta con resolución de Naciones Unidas: https://t.ly/hnrib)
Para esta Visión Cero, el control de velocidad es la esencia en la prevención de muertes y lesiones en la vía. No se lo inventó el gobierno pasado, lo dice desde principios de siglo la misma OMS, que ha sido clara en demostrar que es una emergencia de salud pública. Controlar la velocidad no solo sirve para que los conductores puedan reaccionar y evitar las colisiones, como solemos creerlo; también sirve para que cuando suceda la colisión, la alta energía que transmite el exceso de velocidad no se traduzca en lo peor para el cuerpo humano. (Para más: https://shorturl.at/dqyMN) 
Si te atropella un carro o una moto a 20 kms/h o a 30 kms/h, lo más probable es que no pase de la caída y algunas lesiones menores. Si te atropellan a 50 kms/h o a 60kms/h, las más problables son las lesiones graves o la muerte. Controlar la velocidad es lo que más asegura la vida de las personas, sean imprudentes o sean las más prudentes, no importa el calificativo.
No vamos a detenernos en cuánto debería ser el límite de velocidad “sensato” en Manizales. Basta con recordar que la ley de seguridad vial ( https://shorturl.at/fgP36) ordena que el límite máximo es de 50 kms/h en vías urbanas, pero de 30 kms/h para zonas residenciales o escolares. ¿Qué tan escolares y residenciales son las avenidas Santander y Paralela en Manizales? 
Claro que la misma ley, de manera excepcional, permite a las alcaldías variar esos límites máximos, siempre y cuando se haga un estudio técnico que siga la metodología del Ministerio de Transporte. Algo que, en tan pocos días, creo que no ha logrado el alcalde Rojas —a quien, sabemos, no le gusta lo antitécnico—, menos con la demora en nombrar en la Secretaría de Movilidad. 
Ni Bogotá se ha atrevido a variar esas velocidades de ley y los 50 kms/h solo los permite en sus avenidades más grandes. En ellas ha implementado el control por fotodetección y, según las mediciones de esa ciudad, ha evitado en promedio 200 muertes en esas vías desde 2018 (Ver: https://shorturl.at/mqAF1, página 50)
Cuesta decirlo, pero este año morirán en las vías de Manizales 52 personas aproximadamente, si tomamos la cifra de 2022, según el Observatorio Nacional de Seguridad Vial. Lo sensato serían dos cosas para el alcalde: o que reconozca desde ya parte de su responsabilidad con esos muertos; o que descubra que su misión de “desliberlandizarnos”, por el contrario, le dejó fue el capital suficiente para tomar las decisiones más difíciles e impopulares.