El productor artístico Luigi Rodríguez tiene una esposa, esa esposa tiene una prima, esa prima es la esposa del alcalde Carlos Mario Marín. Su historia la conocimos el pasado viernes, gracias a una investigación de La Patria.
Según supimos, Luigi, que en realidad se llama José Luis Rodríguez Calderón, se presenta como asesor “visible e invisible” del Instituto de Cultura y Turismo de Manizales —ICTM—. Pero una casualidad es que los cuatro contratos públicos que le dan ese rol, muestran que solo lo ha sido durante el gobierno de Carlos Mario Marín. Digamos que eso es a lo que estamos acostumbrados con la cultura en Manizales, que cada gobierno llega con sus propios productores y proveedores. Cada circo con su carpa.
Lo más increíble, como vimos por la misma investigación, es que Luigi no solo es productor sino que también es integrante de su propia orquesta. Por eso desde 2020, primer año de gobierno de Carlos Mario, ya aparecía facturando, con doble pago: como productor de las caravanas navideñas de ese año, pero al tiempo como líder de su agrupación.
Hasta acá, como la he presentado, es una anécdota de esas que nos gustan, con nombres, relaciones familiares y recursos públicos. De esas que le sacamos provecho para irnos a hacer campaña este año, solo con el detalle pero sin el fondo. Pero debajo de estos hechos existe una institucionalidad cultural empobrecida y unos actores afectados que no aguantan más. Veamos.
En esas caravanas en las que Luigi-productor recomendó contratar a Luigi-orquesta fueron gestionadas —como siempre en nuestros eventos— por un contratista intermediario: la Fundación Marchando por Colombia, representada por Jorge Augusto Arias Orozco. Esta entidad es una contratista bastante usual en Caldas y Risaralda para los temas de cultura.
En 58 contratos con los gobiernos de Caldas, desde 2013, esta fundación ha contratado cerca de 2.900 millones, según el Secop. Apenas una vez contrató por licitación. Lo curioso es que su contratación en Manizales solo empezó en 2020. ¿Por qué? Lo pregunto para saber por qué un contratista aparece y desaparece con la entrada y salida de un gobierno.
¿Recuerdan a la supercontratista Recreando? ¿La del “Instituto del Despecho” en el que se convirtió el ICTM del gobierno de Octavio Cardona? Pues no la volvimos a ver. Sabemos de su presencia en los municipios con influencia del partido Liberal, ya con varias de sus alcaldías implicadas en el caso de Las Marionetas. Llegó como se fue. Así como llegaron Conexión, Marchando por Colombia y Luigi con este gobierno.
¿Cómo construimos procesos culturales serios? ¿Cómo fortalecemos una identidad de nuestros eventos? Si acá es al arbitrio del poder de turno, a lo que dicte el gusto del proveedor pasajero. Y el ICTM es perfecto, porque está construido de esa manera, para que funcione así. Descentralizado; modelado para contratar a dedo; con un intermediación perfecta en la que los recursos se embolatan entre las muchas manos que los tocan; con la posibilidad de que esa plata termine en los bolsillos de las clientelas políticas y de las campañas futuras; en un sector donde proliferan algunas entidades sin ánimo de lucro que, escondiendo negocios comerciales con máscaras culturales, encuentran la comba para no licitar. Por supuesto podremos hacer reproches a cada alcalde que pase, pero acá existe una crisis institucional que está explotando. Explota como estos artistas que rompieron su silencio ante La Patria, sobre las caravanas de 2020. Que dicen que en ese momento les pagaron mucho menos de lo pactado, bajo la coacción de no presentarlos. Así como en su momento otros hablaron sobre las deudas inmensas y los supuesto manejos en efectivo de Héctor Fernando Ortiz, el intocable gerente del ICTM del gobierno anterior. Pero también explotan los que reclaman casas de la cultura y bibliotecas. Que viven cerradas gran parte del año, que porque el contrato, que porque el CDP, que porque la época del año. ¿Hemos visto que para los eventos con productores e intermediarios sí está siempre todo a tiempo?
De los foros de ciudad y de los precandidatos a la Alcaldía de Manizales no sale el más mínimo plan para solucionar esto. A lo sumo, se quejan de Mario y Luigi, e intentan convencernos de que sus contratistas no serán iguales. Pero ni una sola idea para ver cómo logramos que, en la cultura de Manizales, cada Mario deje de llegar con su Luigi. Esa es la única propuesta que importa.