El pasado nos da material para justificarnos. Nos comparamos con lo que hizo antes el contrario, para ver si así disimulamos los desafueros propios en el presente: “Pero si los otros gobiernos también lo hacían”, dicen hoy algunos defensores del Gobierno Petro, como si el deber de cambio y el cuidado de las instituciones no fuera con ellos.
Veamos las cosas desde el otro lado: ¿Es deseable que la oposición al Gobierno se justifique hoy con que “la oposición antes también lo hacía”?
“Lo peor de las Fuerzas Armadas es quedarse quietas por la orden de un Gobierno”, dijo la semana pasada el expresidente Álvaro Uribe, jefe de la oposición. Algunos sectores lo interpretaron como una incitación a que los militares se alcen contra el Gobierno actual. Parece que no les faltan razones para interpretarlo así. ¿Dónde vimos algo parecido antes?
En 2007, en México, en un evento internacional, la entonces senadora Piedad Córdoba pidió a todos los países romper relaciones con Colombia. Según ella, porque nos gobernaba un presidente paramilitar: Álvaro Uribe. El uribismo la trató de apátrida y llegaron al punto de quererla enjuiciar por el delito que fuera. Ella fue desautorizada dentro de su partido, el Liberal, que aún en oposición le hizo un llamado a hacerlo distinto.
Si comparamos por lo bajo este presente y pasado, diremos que si ella pudo por qué él no; como opuestos que se atraen, que se anulan, que quedan en empate, así nos dejen sin segundo tiempo. Ese juego de flojas equivalencias, con el que despachamos tantas discusiones hoy. Pero si comparamos diferente, es posible que a estas dos escenas, por lado y lado, les veamos lo grave, lo problemático, lo indeseado.
¿Qué oposición necesita el país? No es nada nuevo que haya una oposición dura, que desinstitucionaliza, y otra más suave, que acepta mínimos en el disenso. Lo que pasa es que en el país hay sectores del centro y de la derecha a los que nunca les había tocado discutirlo y decidirse.
En la izquierda ha sido común esta disputa entre lo duro y lo suave en la oposición y el cambio. Basta con mirar la pelea entre Lenin y Trotski, en el comunismo ruso, o los legados de Salvador Allende o de Bernardo Jaramillo Ossa, con sus críticas a la vía armada y con su confianza en el poder de la democracia.
Si la izquierda llegó al poder por primera vez en Colombia, la derecha también llegó por primer vez a un lugar de oposición de verdad. Si le preguntamos a la izquierda si estaba preparada para gobernar, es porque también le preguntamos a la derecha si está preparada para hacer oposición. ¿Se han preguntado los militantes y seguidores de la derecha qué oposición quieren hacer? Siguen disimuladas las posiciones de quienes se opondrán a la izquierda debilitando las instituciones, o incluso armándose. Parecen timoratos quienes creen que esta oposición exige ser firmes pero también cuidadosos con el país.
En una historia en la que la violencia armada y la ruptura institucional han sido parte de la normalidad de la política, son muchos los sectores que aprendieron a hacer oposición, resistencia y cambio por otros caminos, ante decenas de gobiernos pasados. Así nacieron organizaciones sociales, medios de comunicación, centros de pensamiento, redes comunitarias, sindicatos, activismos.
También aparecieron con nuevos métodos. Planes organizados de incidencia, que combinan la protesta con el diálogo con entidades. Litigio estratégico, que se toma las acciones judiciales para frenar abusos. Formas ciudadanas de gestión del conocimiento, que usan activismos para la documentación de datos y hechos. Alternativas de financiación, ante gobiernos que distribuyen recursos a petición de su clientela. Liderazgos sociales, por fuera de los partidos y las burocracias. Uso del arte, de las redes sociales y del espacio público, en nuevas estéticas de reclamar y conversar lo político.
A la oposición actual están muy cercanas las visiones empresariales que hoy defienden valores de innovación, de emprendimiento, de responsabilidad social. ¿No están ahí las pistas creativas para inventar formas más interesantes de oponerse, de reclamar, de exigir?
Algún sector de esta oposición tendrá que empezar a curarse de esa idea en la que es todo o nada; en la que son las cosas para mí, o como yo digo, o no son para nadie. Puede que se estén quedando sin tiempo para aprender a hacer oposición, así como a la izquierda pudo habérsele hecho tarde para aprender a gobernar.