Incómodo. Que no se siente a gusto. Que molesta. Que enfada, que enoja. En la lectura más tradicional hemos pensado que quien se debe incomodar con el periodismo es el poderoso, por todo lo que decimos, tan bien investigado, tan bien contado. A decir verdad, eso es obviedad. A mí hace rato me parece que lo incómodo es también lo que no deja sentar bien a las audiencias y las escuelas más tradicionales, quienes terminan con esa sensación de no saber si deberían seguir leyendo, pero siguen.
Digamos que lo incómodo no tiene nada que ver con la redacción o la ortografía, al final el contar bien tendrá que continuar para que nos entiendan bien. Creo que va más por nuevas formas de narrar, pero sobre todo, nuevos asuntos de los que no se habla. Algo así como los temas que no se tocan en la mesa.
Hablar de feminismo, de racismo. De la caída de los ídolos. De los abusos del capitalismo, de los abusos de la iglesia, de los abusos de la familia, de los abusos de los militares. Del acoso laboral, del acoso sexual. De los niños y niñas en las redes de criminalidad. Del hambre en su aspecto más literal. De la intimidad de los más públicos. Del vínculo entre economías legales e ilegales, o del desarrollo económico que se alimenta de las violaciones a derechos humanos y al ambiente. Tantas cosas que no se tocan en la mesa. Las tratamos de amarillismo, pero no, casi siempre es simple incomodidad.
Ponerle sátira y parodia a la información; no, que qué tal, la información debe permanecer impoluta. Que los lectores puedan jugar mientras leen; que no, que no estamos para jueguitos. Que incluir la voz de quien moralmente no nos gusta; que eso es ser cómplice. Hablar a los putazos; que esas no son las formas. Que le pongamos efectos de sonido y ediciones arbitrarias al audio y al video; no, que nunca se ha hecho así. Que usemos lenguaje inclusivo, ellas y ellos, nosotros y nosotras; que no, que el español ya está listo y terminado. Que usemos todes, todxs, tod-s; que no, que… que… (corto circuito).
La adultez se entera por Whatsapp, la juventud por Tik Tok. Más allá de la calidad de lo que consumimos, de si son noticias falsas o no, ¿qué estamos viendo en temas y formas que incomoda a los más tradicionales? Después de leerla en web o en impreso, mi papá me dirá que le mande esta columna en un mensaje, que no le sirve en foto, ni en pantallazo de pdf, ni en enlace. Que la prefiere en el texto plano, monocromático e incómodo de Whatsapp; que es que así la comparte más fácil, sencillo.
En “Los muertos y el periodista”, del salvadoreño Óscar Martínez, encontré pistas de lo que podría ser incomodidad del periodismo. Perdón, la cita es larga, incómoda:
“[Los periodistas] ensucian, dicen. No me importaría hacerlo de vez en cuando, llevar la porquería de otros lados a los suburbios acomodados. Eso sí, hacerlo lo mejor posible, con meticulosidad: no dejar polvo en las esquinas y telarañas en los dinteles, no: mierda en las almohadas, sangre en los espejos, a ver si alguien puede seguir sonriente comiendo aceitunas y tragando gin-tonics en esos salones. No lo veo innoble. Le veo improbable: ¿a cuántos lectores leer les ensucia la vida? Quisiera que a muchos, pero nunca lo sabré. Creo que a pocos.”
Dice el mismo Martínez que es por su honestidad que el periodismo se vuelve incómodo. No es solo la honestidad de ser imparcial, es la de crear un momento “directo, seco, como una pedrada en la nuca”. Un momento que no quisiera repetir ni el periodista ni el lector.
Por periodismo incómodo pienso mucho en ese periodismo local. Ese “nuevo tipo de periodista que, al alero de la transformación de la industria del periodismo, ejerce el liderazgo social en su territorio”, como lo describe el último informe anual de la Fundación para la Libertad de Prensa. Que a veces no tiene formación académica; que es periodista, fuente y testigo a la vez; que al tiempo hace activismo y servicio social.
Pienso en NotiAndes, el noticiero transmitido en Instagram por niños y niñas del barrio Bajo Andes, en Manizales. Hermoso de lo incómodo. No nos deja sentar bien en la silla.
Ctrl+X, luego Ctrl+V. Copiada y enviada esta columna a papá.