La investigación histórica con expresión literaria, en la obra de Juan-Luis Mejía, es un tejido de saber y de poesía. Personalidad desde temprano con ejercicio en cuestiones de indagación y en el servicio público, con calificado desempeño en la educación y en la cultura. Su hoja de vida combina los ajetreos de investigador y de dirigente de instituciones de Estado y privadas. Ahora su libro “El hilo que teje la vida – Aproximación a la vida cultural en Antioquia y Medellín, 1820-1940”, además de la belleza editorial, como producto de la Universidad EAFIT, es un compendio de sus sesudas investigaciones, con referencias precisas y escritura amable. Ensayos de categoría que rubrican la condición de autor como Académico de las Letras y de la Historia.
Hay dos preciosas referencias de sentido metafórico: recuerda lo escuchado a un chamán de la comunidad Shuar, “La cultura es el hilo que teje la vida”; y la otra, de Javier Arango-Ferrer, “Cultura es embellecer lo cotidiano”. Dos ideas que enmarcan la dimensión del trabajo del autor.
Estudia los procesos y consecuencias de la fiebre minera que atrajo a europeos, en especial ingleses y suecos, también franceses y alemanes, para hacerse a las riquezas del oro, la plata y el platino, en explotaciones de aluvión, de socavones y en el mazamorreo. Refiere las transformaciones sociales por la influencia de los europeos, con paso de la artesanía más elemental a técnicas asociativas y de mayor producción. Procesos que permiten aclimatar formas culturales, como la referencia a Anorí, población que en el siglo XIX fue importante centro económico y cultural, donde se registra la curiosidad de lugareños por la lectura de autores como D’ Annunzio, Nietzsche, Rodó y en especial Vargas-Vila, el favorito. Población que también fue cuna de valiosas personalidades: Pedro-Nel Gómez, muralista; Guillermo Angulo, fotógrafo/cineasta; de los escritores Darío Ruiz-Gómez, Julio Posada, Pablo-Emilio Restrepo (León Zafir), Luis-Felipe Osorio.
Recurre a múltiples autores, en medios diversos, para configurar esa historia de la minería en Antioquia. Recuerda la llegada en 1826 del sueco Carlos Segismundo von Greiff, cabeza de importante dinastía en Colombia de académicos, científicos, escritores.
De recordar lo expuesto por el investigador Francisco de Abrisqueta en su libro “Vascos en Colombia” (1985), quien se refiere a la marcada influencia de los vascos en la idiosincrasia del pueblo antioqueño, por el espíritu emprendedor y el empeño autonomista; y muy poca la de los judíos conversos.
En los capítulos siguientes Juan-Luis indaga en la historia, con solvencia de investigador, temas del paso de la Colonia a la República, en los patrones mentales de evolución y cambio; las concepciones de civilización y progreso, en las generaciones descendientes de los mineros, con oportunidades de estudio, incluso en Europa; se propone también dar sentido y cimiento a la identidad antioqueña. Se ocupa en un paréntesis de la última década del siglo XIX, floreciente en expresiones de la literatura y el arte, en la antesala de la guerra de los Mil días, para pasar a renglón seguido a ocuparse de las consecuencias en Antioquia de este tremendo conflicto armado, con los efectos de crisis en la economía y en lo social. Continúa en ocuparse de los centenarios de las independencias de Colombia y Antioquia (1910 y 1913), con el apogeo también del pintor Francisco A. Cano, y del grupo de la revista Panida. Y no olvida el papel de la mujer en las diversas expresiones de la Cultura, con líderes sociales como María Cano y Bestsabé Espinal, y la participación calificada de mujeres en las revistas Cyrano y Letras y Encajes. Concluye con estudio de las expresiones en los años 30 del siglo pasado, correspondiente al período conocido como “República Liberal”, con manifestaciones en obras literarias de César Uribe-Piedrahita, de los pintores Débora Arango, Pedro-Nel Gómez y Carlos Correa, del fotógrafo Jorge Obando, con obras del protagonismo en movilizaciones sociales. Observa que a partir de los años cuarenta Medellín se consolida en sus derroteros sociales, culturales, políticos y urbanos con crecimiento de complejidad.
Esta obra monumental de Juan-Luis Mejía es la más insigne expresión de la llamada “antioqueñidad”, con sustento en la evolución y el alto nivel en las diversas manifestaciones de la Cultura, con desarrollo significativo de la economía, en formas industriales que consolidan con el tiempo el llamado Sindicato o Grupo Antioqueño de empresarios. Magno trabajo.