Hay recursos en la vida para sobrevivir de las angustias y del dolor. Hay consuelo para dejar de lado u olvidar las penas. Hay oportunidades de regocijo y alegría. La vida es una eterna complejidad, con los vaivenes propios que conllevan tragedia, dolor y lágrimas, pero también momentos que de pronto sorprenden con la sonrisa y la felicidad. La vida es un enigma por naturaleza. Y cada día hay luces y sombras que reverberan en el camino. Pero no faltan oportunidades para el optimismo y la esperanza, así respondan a la levedad en lo fugaz. La literatura y el arte son oportunidades para el refugio en los descampados de la vida.
Nos hemos ocupado por lo pronto de Nélida Piñón (1932-2022), en sus libros Aprendiz de Homero, Voces del desierto y La república de los sueños. Es constante en su obra la idea del mestizaje en América, con la simbiosis de todos los antepasados que llegaron, mezclas de todos los pueblos, de todos los orígenes. Reconoce en su formación las más variadas y antiguas tradiciones, las orales y escritas, con Homero, Virgilio, los aedas, los amautas, Cervantes, Shakespeare, Camôes, Machado de Assis, Jorge-Luis Borges, García-Márquez… portadores de ilusiones con relumbre en la imaginación y el ingenio. A don Quijote lo identifica como creación suprema de la latinidad. Y a Sancho lo acoge como parte sustantiva de la creación popular, producto de los sentimientos y de todo aquello que se origina en las convulsiones de la literatura. Le reconoce en la obra un protagonismo especial con desarrollo creciente en tanto la novela avanza.
La autora hace particular discernimiento sobre la palabra y el lenguaje, a partir de su lengua portuguesa, pero en consideraciones valederas también, en especial, para el español. La lengua la estima como instrumento de la voluntad y del acaso, del quizá, del tal vez, consustancial con el misterio en la razón de ser, al igual que ser portadora del júbilo y de la melancolía. Y se interroga sobre la escritura al amparo de los sueños. Confía en el principio creador en los nexos de la quimera, el caos y la ilusión. A la vez tiene el convencimiento profundo en la validez del arte y ser este el reflejo del mundo. Sus novelas y ensayos surgen con esos encantos.
Nélida Piñón fue profesora, sin proponérselo, en diversas universidades del mundo y conferencista elocuente, invitada una y otra vez por doquier. Esa condición la llevó a pensar la educación en busca de su sentido y de las ambiciones para cobertura plena en las sociedades. En su ensayo El descubrimiento del mundo da pasos apropiados de validez y libre examen. Tiene a Sócrates como referente, de vigencia inocultable, por el afán en la busca del conocimiento, con desarrollos que siguen anotando el cauce delineado por él. Piensa que la escuela anhelada deberá ser escenario de crisis y espacio para afrontarla con sentido de avance civilizador, al sortear el imperecedero conflicto entre el individualismo y el interés colectivo.
Entiende la educación con el reconocimiento social, prioritario, del profesor, quien deberá estar capacitado para motivar a los estudiantes en la exploración continua por la vida y la realidad del mundo. Al profesor lo considera como el único con capacidad de intervenir en los cambios y en las transformaciones sociales. De ahí que la prioridad sea formar profesores, en profesiones y disciplinas, y en las actitudes. Educar es para ella no empobrecer ni humillar, ni dejar a los alumnos en la media lengua que traen del hogar, sino que educar es contrarrestar el oscurantismo y la miseria, de tal manera que el alumno pueda sentir regocijo ante los bienes de la naturaleza, motivado por la ambición de transformación y cambio. Y, en especial, conquistar en los estudiantes el gusto por la lectura y los diálogos. Ayudarles a pensar para asirse a la realidad. A su vez, es consciente de ser la educación un rompecabezas de continua e interminable armada.
Formula la necesidad de aceptar la quimera de cada día, a partir del caos considerado como principio creador, para fortalecer las ilusiones. Y se pregunta: ¿Qué somos sino sombras que florecen, voces que entonan epifanías?