Ya empezó la campaña electoral para definir a los alcaldes de los municipios de Colombia, a los gobernadores de los treinta y dos departamentos, y las correspondientes curules de los concejos municipales y de las asambleas departamentales. La educación ha sido siempre un aspecto decisivo en los programas de los candidatos, y su calidad, un imperativo para todo aquel que aspire a tales dignidades. 
Repasando la historia de las campañas electorales, especialmente las del Congreso de la República y las presidenciales, y pensando en estas que se aproximan, me surge una inquietud: ¿por qué estamos en las mismas?, es decir, ¿por qué la educación pública continúa siendo de mala calidad? Si en tiempos de campaña pareciera que la preocupación por la educación es un tema común a todos los candidatos, independientemente del color de sus partidos políticos; si la calidad de la educación pública es su sentida preocupación y su más sincero compromiso, ¿por qué seguimos dándole vuelta a la noria?, ¿por qué estamos igual, o quizá peor, en términos de calidad educativa? 
En sencilla lógica significaría que quienes han salido electos a cualesquiera de los cargos votados durante los últimos cuarenta años lo ha han logrado, entre otras prioridades, por la bandera de la calidad de la educación pública. Y considero que la razón es simple: de una parte, bien puede suceder que la calidad de la educación despierte toda la sensibilidad de los candidatos y la total o parcial indiferencia de los gobernantes; o, de otra parte, es posible que en el ejercicio de gobierno ellos encuentren dificultades y barreras que no pueden superar. Pero sea cual sea el motivo, la desesperanza no tiene justificación. 
En el artículo anterior, titulado “La quinta puerta”, consideramos una reflexión de Mauricio García Villegas: “La educación en Colombia reproduce las clases sociales y la desconfianza entre ellas. Esto se debe a que los hijos de los ricos estudian en colegios privados de buena calidad y los hijos de los pobres en colegios públicos o privados de mala calidad”. Nadie en Colombia puede ser inferior a este drama de la educación nacional. Todos debemos oponernos a que la escuela sea un escenario de segregación, y mucho más aquellos que hoy aspiran a un cargo de elección popular y buscan con afán el favor del pueblo. 
Por lo anterior, en nombre de los niños de las escuelas públicas de Manizales y de Caldas, les planteo a todos los candidatos algunas preguntas para que dialoguemos sobre ellas, o para que por lo menos le contesten a su conciencia, si acaso alguna les genera interés: ¿conoce usted hasta dónde llegan sus competencias para intervenir la educación en pro de su calidad?, ¿considera que tiene usted la suficiente voluntad política para mejorar las condiciones de la escuela aunque no se puedan hacen interconexiones viales?, ¿qué haría usted para garantizarles a los escolares la tutoría de maestros sanos, bajo el entendido de que es pésimo el servicio médico de los maestros del departamento y de la ciudad?, ¿qué porcentaje de los recursos propios del departamento o del municipio estaría dispuesto invertir en el mejoramiento de la educación? Podrían ser más, pero considero que estas líneas gruesas sobre el tema son suficientes para calcular el grado de compromiso de los actuales candidatos con la educación.
A todos los aspirantes al concejo municipal, a la asamblea departamental, a la alcaldía de la ciudad y a la gobernación del departamento, los exhorto para que hagamos público el compromiso que se deriva de las respuestas a estos interrogantes. Considero que esto constituye un acto de transparencia política que tanta falta nos hace. En particular, me comprometo a publicar estas respuestas y, por supuesto, en la persona de aquellos que salgan favorecidos, estar atento al seguimiento de su gestión.
Los espero: [email protected]