El telón se levanta para iniciar un nuevo año lectivo en 2024, trayendo consigo una amalgama de esperanzas y expectativas entre los miembros de nuestras comunidades educativas.
Algunos arrastran desilusiones por experiencias vividas, mientras que otros, entre quienes me incluyo, nos aferramos a la fuerza de nuestras pasiones, rehusándonos a abandonar el sueño de una escuela que sea una fuente inagotable de esperanza y oportunidades. En este sentido, deseo compartir con mis lectores las metas que anhelo ver materializadas como grandes triunfos durante el año escolar.
En primer lugar, la aprobación de la reforma estatutaria de la educación es un hito crucial. Soy un convencido de que esta iniciativa gubernamental, actualmente en trámite en el Congreso de Colombia, no responde todas las necesidades de la escuela, pero sí constituye un gran avance que permitirá empezar a saldar la gran deuda que el Gobierno y el Parlamento tienen con los escolares de nuestro país.
Además, la reincorporación de los profesores de educación física y artística, la posibilidad de que los niños desde los tres años accedan a la educación formal, la extensión y mejora de los tiempos de estudio, junto con la articulación efectiva del paso de los bachilleres a la universidad sin costo alguno, conforman un paquete de medidas nada despreciable para una educación que ha sido descuidada en su dimensión política desde hace muchas décadas.
Asimismo, es imperativo adoptar una política de calidad en el departamento de Caldas y en el municipio de Manizales. Es desconcertante que, al día de hoy, estas regiones carezcan de una dirección educativa que guíe sus esfuerzos y administre sus recursos de manera efectiva.
La educación en nuestro departamento y nuestra ciudad no cuenta con una impronta que la caracterice, es decir, lo que hacemos en materia de calidad educativa es adoptar un conjunto de iniciativas privadas que nos ofertan e implementamos en las instituciones educativas sin un propósito de formación integral que garantice la calidad de los aprendizajes. Pero la calidad educativa no debiera limitarse a la aplicación de dichas iniciativas, sino que requiere una planificación integral y una verdadera apuesta por el mejoramiento de los procesos de aprendizaje de nuestros niños.
Finalmente, celebro la propuesta del nuevo secretario Educación de Manizales, quien nos ha exhortado a poner a los niños en el centro de la escuela. Así pues, los profes deben estar al servicio de los niños; los rectores, al servicio de los profes, y él como secretario y su equipo de trabajo, al servicio de los rectores y de las instituciones educativas. Es hora de romper con el círculo vicioso en el que los niños están al servicio de los profes; los profes, al de los rectores, y estos, a su vez, al mandato de los secretarios. La provocación del señor secretario nos recuerda que los niños son el alma de la escuela. Sentir el palpito de la escuela no es otra cosa que tocar el alma de los niños; son ellos quienes nos dictan lo que debemos hacer y cuándo lo tenemos hacer. Invito entonces a la comunidad educativa a que aceptemos su propuesta, y seamos todos, administrativos, directivos y maestros, un equipo incondicional de apoyo y soporte a las necesidades y expectativas de nuestros estudiantes.