El Señor presidente de la Republica de Colombia sancionó la Ley 2294 el pasado 19 de mayo. A través de ella expide el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2226: “Colombia potencia mundial de la vida”. Quiero reflexionar sobre lo que se viene para la educación preescolar, básica y media en nuestro país en el marco de este cuatrienio, pues a partir de la fecha tenemos la tarea imperiosa de cumplir a cabalidad y de manera vinculante los mandatos de esta hoja de ruta por la cual transitaremos durante este periodo. Me referiré únicamente a estos niveles de educación, sin incluir la superior, porque el desconocimiento de sus dinámicas y potencialidades me exige prudencia.
El 29 de julio de 2022, una semana antes de la posición del actual presidente, publiqué en este espacio el articulo “Con los pies en la tierra”. Allí expuse, a manera de encargo, unas prioridades para las escuelas de Colombia, bajo el entendido de que la deuda social acumulada para el sector es tan grande que no es posible saldarla en solo cuatro años. Pero sí consideraba fundamental hacer efectiva una cuota inicial significativa que devolviera la esperanza, y por eso enumeré algunos aspectos necesarios de atender durante el presente periodo ejecutivo.
Me referí entonces a la importancia de recuperar a los profesores de educación física y artística para los niños de preescolar y primaria de las escuelas colombianas; a la necesidad de abrirles las puertas de la escuela a los niños de nivel prescolar en los grados prejardín y jardín; a la urgencia de dignificar la labor docente, lo cual incluye salarios, prestaciones sociales, condiciones laborales, reconocimiento de su trabajo, oportunidades de formación continua; y, sobre todo, le exigí al nuevo gobierno que se ocupara de la salud de los maestros.
He leído con detenimiento la ley recientemente sancionada y debo mencionar los mandatos que quedaron estipulados en materia educativa para los niveles de educación preescolar, básica y media. En el artículo 121 asume la obligación de proveer las cátedras de educación física, artes y programación en todas las instituciones educativas del país. El artículo 365 crea la comisión de alto nivel que tendrá la trascendental tarea de diseñar un incremento real y progresivo a los recursos del Sistema General de Participaciones, condición necesaria para mejorar la situación laboral de los maestros, especialmente el mensaje de urgencia para su sistema de salud. Y hay que resaltar con alegría el artículo 125, pues hace énfasis en los aprendizajes y en la dignificación de los tiempos de estudio de los niños. Mis lectores saben sobre mi lucha al respecto, que incluso me ha llevado a proponer un pacto nacional por la defensa de los tiempos escolares, buscando más y mejores aprendizajes.
Por su parte, el documento denominado “Bases del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 Colombia Potencia Mundial de la Vida” establece el compromiso con el desarrollo armónico de la primera infancia en Colombia, y lo hace en el literal a) del numeral 3 titulado “Educación de calidad para reducir la desigualdad”. Esto implica alcances adicionales a los ya legislados en la Ley General de Educación, relacionados con el ofrecimiento de los tres grados de educación preescolar en las escuelas públicas del país.
Finalmente, si tenemos en cuenta las prioridades mencionadas en julio del año pasado y lo que acaba de quedar plasmado de manera vinculante en el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026, se desprende a todas luces un saldo a favor. En nombre de los escolares de Colombia, me siento bien atendido, no sin antes recordar que esta es solo una parte de la cuota inicial de una iniciativa que busca amortizar la gran deuda histórica y social que los gobiernos tienen con la educación de los niños colombianos.