El Gobierno nacional se dispone a presentar ante el Congreso de Colombia la reforma educativa para los niveles de educación preescolar, básica y media, la cual pretende implementar el grado doce en todos los colegios del país. No obstante, me pregunto por la pertinencia, necesidad e importancia de esta iniciativa en el marco de la realidad educativa nacional, y recuerdo la idea que la cultura popular le atribuye al físico alemán Albert Einstein, conocido también como el científico más importante del siglo XX: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes”.
En nuestro país es costumbre la implementación de cátedras en el plan de estudios de la educación básica y media como una manera de solucionar los grandes problemas nacionales. La violencia, la pobreza, el desempleo, el aborto, la inequidad de género, entre otras, son problemáticas que se han intervenido en los colegios con cátedras académicas como la paz, el emprendimiento, el respeto a la vida y la biodiversidad. Sin embargo, no existen estudios rigurosos que midan el impacto real de estas estrategias. Es probable que no sea significativo y que haya afectado el pénsum académico hasta convertirlo en un árbol navideño al que no le cabe un adorno más.
Y no lo digo porque estas situaciones sociales no deban hacer parte de la agenda escolar, por supuesto que debe ser motivo de reflexión, pero su valor no ha de reducirse a la implementación de una cátedra más. Es tal su trascendencia e importancia que deben atenderse desde la interdisciplinariedad y conjugarse en todos los tiempos de la vida escolar.
Algo parecido a las cátedras pienso que sucede con la iniciativa gubernamental, y algunas inquietudes motivan mi aseveración: ¿para qué un año más de estudio en los colegios?, ¿cuál es el vacío formativo desatendido en los doce años que hoy cursan los estudiantes y que ameritan adicionar un año más?, ¿no es acaso una iniciativa del todo formal que no supera las falencias de fondo del sistema educativo?, ¿los tiempos escolares en preescolar, básica y media son aprovechados con eficiencia para desarrollar competencias?, ¿las dificultades actuales del sistema educativo colombiano en materia de calidad obedecen a la insuficiencia de los tiempos en doce años de escolaridad?, si los resultados esperados en materia de calidad no se han logrado en estos años de escolaridad ¿qué hace pensar que con un año más los podemos lograr?, ¿será quizá una locura implementar un año más de lo mismo en procura de mejores resultados?
Las dudas e inquietudes que genera esta iniciativa gubernamental son más que suficientes, a tal punto que sería atrevido afirmar de manera concluyente si es conveniente o no. Pero estoy seguro de que el sistema educativo tiene fracturas estructurales en el diseño de la educación preescolar, básica y media que deben diagnosticarse e intervenirse antes de pensar en prorrogar los tiempos de estudio; esto parece más una intervención de forma que no resuelve las grandes dificultades del sistema en materia de calidad, cobertura, pertinencia y deserción. De hecho, es muy llamativo que en algunos países las reformas educativas consideren la reducción de contenidos, la simplificación de áreas y el desarrollo de cuatro o cinco competencias que, atendidas de manera interdisciplinar, les permita a los escolares estructurar sólidos proyectos de vida que los habilite para enfrentar los retos que el mundo actual impone. ¿La propuesta del Gobierno va en contravía del camino recorrido por aquellos que nos llevan significativa ventaja en la fortaleza de sus sistemas educativos?
Si el tratamiento no es el indicado, no sería eficaz incrementar la dosis. Por eso, antes de pensar en una respuesta apresurada del problema, considero que debemos diagnosticar con urgencia los males estructurales que padece el sistema educativo colombiano, y luego, sí, formular el mejor tratamiento posible, que no excluye la posología de los tiempos escolares.