Se le atribuye a Miguel de Unamuno la memorable frase “venceréis, pero no convenceréis”, pronunciada en la Universidad de Salamanca en los albores de la dictadura franquista frente a algunos de los altos mandos militares que posteriormente impondrían el fascismo en España.
Lo dicho por el literato y ex rector universitario, además de una oposición directa al quiebre democrático que se avizoraba en ese país, significó un convencimiento íntimo de que la fuerza no posee por sí sola la legitimidad requerida para dirigir una nación o un territorio.
Dicho de otra forma, quienes detentan un poder de coerción no necesariamente tienen la razón o son portavoces de la verdad, más bien todo lo contrario, como nos lo ha enseñado la historia de forma trágica y cíclica.
Y esa fuerza reside en nuestros tiempos en gran medida en falsear la verdad, fabricar y diseminar noticias falsas e intentar intimidar y reprimir a quienes llaman a las cosas por su nombre.
Evoco esta discusión por su relación con los tiempos actuales y por la multiplicidad de emociones que sentí hace poco en un concierto de Roger Waters, co-fundador de la mítica banda de rock Pink Floyd. Conocido mundialmente por su genio artístico, pero también por su solidaridad y activismo en causas sociales y políticas, Waters hizo un despliegue artístico abrumador y fue anfitrión de una gala de honestidad brutal en el show.
Un paisaje posnuclear, en el que bandadas de pájaros y un cerdo volaban erráticamente en el cielo oscuro de una ciudad destruida, nos dio la bienvenida a los asistentes mientras la banda tocaba Comfortably Numb. Al tiempo que mandaba al carajo a los imperios, al patriarcado y al racismo, Roger resaltaba cosas tan elementales como que la inmensa mayoría de personas del planeta está en contra de la existencia de bombas nucleares y guerras. Los nombres de víctimas de múltiples países y orígenes, desde Anna Frank, asesinada por ser judía, hasta la periodista Shireen Abu Akleh, asesinada por ser palestina, fueron expuestos en las pantallas, como una forma de resistencia ante el olvido, pero también como un símbolo de que las historias de violencia y segregación de ayer pueden reproducirse con una pasmosa similitud hoy.
¿Esta es la vida que realmente queremos? (is this the life that we really want?), se pregunta Waters en una de sus canciones, en la que expresa irónicamente que “el miedo mueve los molinos del hombre moderno/ el miedo nos mantiene a todos a raya/ miedo a todos esos extranjeros/ miedo de todos sus crímenes”.
Y estas verdades las lleva diciendo por décadas, como cuando alertaba con Pink Floyd sobre el poder corruptor del dinero en Money o sobre las ansiedades y frustraciones generadas en niños y jóvenes debido al diseño industrial de los sistemas de educación modernos
en Another Brick in the Wall: “No necesitamos educación/No necesitamos control del pensamiento/Nada de sarcasmo oscuro en clase/Profesor, deje a los niños en paz”.
En un mundo donde cada vez más se relativizan los hechos y en el que el fascismo reaparece campante con nuevas caras y viejas complacencias, no solo es posible sino necesario agitar las banderas de la resistencia.
Roger Waters nos demuestra, como lo hizo Unamuno ante el advenimiento de una extrema derecha que hoy vuelve a acechar en muchos rincones del mundo, que todavía es posible enfrentar la violencia y la fuerza de algunos poderes económicos, políticos, mediáticos y militares mediante la razón y el arte. Y nos recuerda que, pese a todo, en este mundo todavía hay lugar para la verdad…y para lo sublime.