Cuando trabajaba en AFP México en la Torre Latinoamericana me encontraba con don Germán List Azurbide (1898-1998) en el Palacio Postal, donde él tenía su apartado, como yo, aunque fuera seis décadas mayor. Me hablaba de personajes idos como el poeta colombiano Luis Vidales, para él un estridentista colombiano, y de German Pardo García, otro centenario de ese país que vivió y murió en México.
Alto, recio, dandy de estirpe germana, List me impresionaba por su frescura y jovialidad, y su coquetería con las chicas a su edad ya casi centenaria. Erguido a los noventa y pico y además elegante, impecable, lúcido, antisolemne. Cruzaba el Eje Central, sin temor, como lo hacían otros hombres de los tiempos de la Revolución que conservaban el cerebro y el cuerpo sanos a esas alturas, por ejemplo el escritor, poeta y senador oaxaqueño Andrés Henestrosa, que fue amigo de Barba Jacob, el gran pintor también oaxaqueño de fama mundial Rufino Tamayo y el poeta Alí Chumacero.
Y además List y yo éramos vecinos en el número 1953 de Avenida Universidad, en Coyoacán y cerca de la Universidad Nacional Autónoma de México. A veces lo saludaba desde mi ventana desde un primer piso cuando él venía caminando y él me respondía alzando el sombrero, pues en el centro, junto al palacio de Bellas Artes, habíamos coincidido ya algunas veces y sabía que era colombiano, país por el que sentía gran afecto.
Por ahí vivía también Adolfo Castañón, poeta, filósofo, prosista mexicano y uno de los pilares contemporáneos de la sabiduría latinoamericana, y no lejos, ya más cerca de Coyoacán, otro longevo dadaísta y surrealista guatemalteco, el gran Luis Cardoza y Aragón, a quien visité en su casa y encontraba también con frecuencia junto al Palacio de Bellas Artes en el bello y colonial restaurante Sanborn’s de la casa de los Azulejos, frecuentado por muchos de quienes asistían a los actos literarios celbrados en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
List Azurbide escribió el Manifiesto estridentista, publicado hace cien años en 1923 con otros compañeros de generación, entre ellos Manuel Maples Arce, figuras pioneras de la vanguardia poética mexicana de los años 20 que rompía para siempre con el modernismo, los sonetos, la poesía en alejandrinos y la ya caduca solemnidad romántica decimonónica. El Movimiento estridentista tuvo vigencia desde 1921 a 1927 y participaron en él artistas de todas las disciplinas que celebraban con entusiasmo la Revolución Mexicana y reaccionaban como jóvenes a los cambios vertiginosos del mundo en materia de industria, tecnología y comunicación.
Las vanguardias proliferaron en Europa primero con el dadaísmo de Tristan Tzara, el futurismo de Marinetti y después con el surrealismo encabezado por André Breton, Philippe Soupault, Luis Aragon y otros que practicaban la escritura automática y tenían relaciones estrechas con artistas plásticos revolucionariios como el joven Salvador Dalí, Marcel Duchamp o Francis Picabia. Entre los latinoamericanos que vinieron casi adolescentes a Europa en esos tiempos figuraban el chileno Vicente Huidobro, Luis Vidales, Luis Cardoza y Aragón y el peruano César Moro, autor de La Tortuga ecuestre.
Sobre esos y otros temas uno podía hablar con el nonagenario List Azurbide, que caminaba orondo con su paraguas por las avenidas y aceras congestionadas de autos y gente alrededor del Palacio de Bellas Artes y el Palacio Postal, una joya italiana que fue traída pieza por pieza desde Italia a la Ciudad de México.