Del sustantivo ‘derrama’, enseña J. Corominas: “Derivado de derramar, ‘tributo, contribución’. 1573, primitivamente, ‘repartimiento de una contribución’ (de la antigua acepción ‘dispersar, desparramar’ y luego ‘distribuir’)”. Y El Diccionario le da las siguientes acepciones: “Repartimiento de un gasto eventual, y más concretamente de una contribución. // 2. Contribución temporal o extraordinaria”. Según estas definiciones, dicho sustantivo está mal empleado en la siguiente afirmación del alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez: “La Feria de las flores deja a Medellín una derrama económica cercana a los cuarenta y dos millones de dólares” (Teleantioquia, 13/8/2024). Mal empleado, porque la ‘derrama’ es algo que se distribuye, que se da, no que se recibe. En el caso de la Feria de las flores de Medellín, se trata de una utilidad, de un beneficio o de un ingreso. Los sinónimos de ‘derrama’ son ‘repartimiento, distribución, tributo, impuesto, contribución’.
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De los adjetivos numerales, unos son ‘cardinales’ (‘uno, dos, tres’, etc.); otros, ‘ordinales’ (‘primero, segundo, tercero’, etc.), y el resto, ‘partitivos’ (‘onceavo, doceavo, treceavo’, etc.). Es muy frecuente el uso de los ‘partitivos’ por los ‘ordinales’, como en la siguiente muestra: “Riosucio celebra la cuarentava edición de cultura con el Encuentro de la Palabra” (Eje 21, titular, 14/8/2024). “...la cuadragésima (XL) edición de...”, con el numeral ‘ordinal’, porque éste indica el ‘orden o sucesión de hechos o cosas’, por ejemplo, ‘Juan fue el quinto en cruzar la meta’, ‘esa casa fue la octava de este barrio’. En cambio, los ‘partitivos’ -que se forman añadiendo la terminación ‘-avo-a’ al cardinal*- son los numerales que señalan ‘una parte de un todo’, verbigracia, ‘un tercio de la población’, ‘la doceava porción del pastel’. Y los numerales ‘cardinales’ sirven para determinar la cantidad de algo (‘doscientos mil pesos’). * Menos en los siguientes casos: ‘medio, tercio, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo, centésimo, milésimo, millonésimo’.
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El deterioro de nuestro lenguaje es ya inatajable: como anota el señor William Giraldo Ceballos, director del portal de Internet Revista Corrientes, ya las autoridades y reporteros no dicen que en el accidente murió una mujer, sino una ‘femenina’; a los turistas los llaman ‘visitantes no residentes’; en la etiqueta de las bebidas sin azúcar, leemos ‘sin azúcar añadido’, y a un automóvil le dicen ‘vehículo tipo automóvil’. Confirmé esta inquietud del señor Giraldo cuando leí en LA PATRIA lo siguiente: “...supuestamente estaba interesado en llevar a cabo el negocio concerniente a un vehículo” (Sucesos, 14/8/2024). Aludía el cronista al sospechoso de la desaparición del sacerdote caldense Darío Valencia Uribe. En buen castellano: “...estaba interesado en el negocio de un vehículo”. O, simplemente, “...quería comprar un carro”. El lenguaje periodístico debe ser conciso.
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El término ‘costa’, además de su conocida acepción de ‘porción de un territorio bañada por el mar’, significa también ‘costo, coste, gasto’, y es parte de la locución ‘a costa de’, que, entre otras cosas, señala ‘pérdida, perjuicio, detrimento’, etc. Razón por la cual está mal usada en la siguiente declaración: “...la salud, de derecho fundamental pasó a ser un negocio que mueve ingentes cantidades de dinero, a costa de la baja calidad...” (LA PATRIA, Alberto Zuluaga Trujillo, 20/8/2024). Lógicamente, “...a costa de la buena calidad...”, porque lo malo o defectuoso, estrictamente hablando, ni se deteriora ni se perjudica. Esta locución indica también el esfuerzo que se pone en la consecución de algo, por ejemplo, ‘llegó a la cima a costa de muchos sacrificios’, y la forma descarada como alguien se comporta, verbigracia, ‘fulano de tal vive a costa de sus parientes’. Entre nosotros, ‘a costillas de...”.