El verbo ‘mantener’ es transitivo (‘exige complemento directo’). Está, pues, mal empleado en la siguiente oración: “...una terminal que opera solo durante el día, que mantiene más cerrada que abierta...” (LA PATRIA, editorial, 15/5/2024). Hay dos maneras de construirla correctamente: la primera, con el verbo en su forma pronominal, ‘que se mantiene cerrada’; la segunda, convirtiéndola en impersonal (sujeto omitido), ‘que mantienen cerrada’. O, también, con un verbo intransitivo (sin complemento directo), por ejemplo, ‘que permanece cerrada’. Recursos que tiene la gramática. 
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¿Resolvió usted el crucigrama de El Tiempo del 15 de mayo de 2024? Yo traté, pero no pude, porque tropecé con esta guía: “Aquella persona que no siente  atracción sexual ni tampoco romántica”. Se me ocurrió ‘frígida’, pues este adjetivo califica a las personas que sufren de ‘frigidez’, a saber, que “padecen de ausencia anormal de deseo o de goce sexual”. Pero me sobraba una letra. Casi terminado el pasatiempo, y por las otras respuestas, la única palabra que cabía en su espacio era ‘aroace’. No la puse, porque me parecía un engendro etimológico y porque no la encontré en ningún diccionario. Como por experiencia sé que su autor no se equivoca, la busqué en Google, ¡dónde más!, y ahí estaba, con esta explicación: “Una persona arromántica —“arro” o “aro”— es alguien que no siente o siente muy poca atracción romántica por otras personas, mientras que una persona asexual —“ase” o “ace”— siente muy poca (o no siente) atracción sexual por otras personas”. Explicación más absurda, imposible. Etimológicamente, por descontado, porque ni ‘aro’ ni ‘arro’ son prefijos: el primero es un sustantivo, muy conocido, ciertamente; el segundo, un sufijo (‘guijarro, cotarro’). Y ni ‘ace’ ni ‘ase’ son sufijos: ‘ace’ es inglés, y ‘ase’, inflexión verbal de ‘asir’ (presente de indicativo) y ‘asar’ (presente de subjuntivo). Además, el adjetivo ‘asexual’ significa ‘sin sexo’. Parodiando a Horacio, ‘es lícito y siempre lo será acuñar palabras nuevas, pero con el sello del respectivo idioma’. Y esa palabreja no tiene el sello del castellano. 
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Máxima del día (LA PATRIA, 18/5/2024): “Más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón”. Y se la atribuyen a Cervantes. No, este refrán no es de Cervantes. Sí lo cita en su obra cumbre (II, XLIV). Y Gonzalo Correas, contemporáneo de Cervantes, en su libro ‘Vocabulario de refranes y frases proverbiales’, trae estas variaciones: “Más vale vergüenza en cara que mancilla en corazón” y “Más vale rostro bermejo que corazón negro”. Lo cita también don Sebastián de Covarrubias, del mismo siglo XVI, en su ‘Tesoro de la lengua castellana’. Según esto, ese refrán ya andaba de boca en boca en esa época. Los refranes, muestra de la sabiduría popular, no tienen dueño: alguno, seguramente, lo pronunció por primera vez, gustó y se propagó, pero sin registro del nombre de su autor, Cervantes lo expresa así: “Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: Donde una puerta se cierra, otra se abre” (I. XXI). Nota: En su ‘Quijote’, Cervantes cita ciento ochenta y cinco refranes –uno más, uno menos, y algunos, más de una vez–, casi todos en boca del escudero más famoso del mundo, Sancho Panza. 
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Uno más uno, dos. Plural. A pesar de su elementalidad, los autores de las siguientes oraciones no  tuvieron en cuenta este ‘detalle’ para la concordancia del sujeto con el verbo: “Un hombre y su micrófono fue el que reivindicó que el combate en contra del nacismo (sic) se continuaría” (LA PATRIA, Luis Guillermo Giraldo Hurtado, 18/5/2024). “Sin lugar a dudas, es el problema más complicado y crítico que tiene la ciudad y el departamento” (Ibídem, Bernardo Mejía Prieto, 20/5/2024). En la primera, el sujeto es ‘hombre’ y ‘micrófono’ (como manda la gramática, “Un hombre y su micrófono fueron los que reivindicaron...”); en la segunda, ‘ciudad’ y ‘departamento’ (castizamente, “...el problema (...) que tienen la ciudad y el departamento”). El verbo concuerda en número con su sujeto.