En su columna del 24 de octubre de 2022, el escritor José Jaramillo Mejía le atribuyó a Quevedo el dicho “los sueños, sueños son”. Y en sus cuatro letras a la Voz del lector (LA PATRIA, 28/10/2022), el presbítero Jaime Pinzón Medina lo corrigió acertadamente, afirmando que es de Pedro Calderón de la Barca. Tercio en el asunto para poner los puntos sobre las íes: de las 1.438 sentencias seleccionadas para mi libro “El pensamiento de Lope de Vega”, ésta es una de ellas “¡Oh triste imaginación, / para el mal siempre despierta! / ¿Quién dirá, viéndoos tan cierta, / que los sueños, sueños son?” (La Arcadia, Libro I). Y los últimos versos del Monólogo de Segismundo, de Pedro Calderón de la Barca, son éstos: “Una ilusión, una sombra, una ficción; / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son”. Como este poeta, aunque contemporáneo de Lope (1562-1635), pues nació en 1600 y murió en 1681, era más joven que él, y no había nacido cuando éste escribió La Arcadia, ¿podría decirse que lo copió? ¿O fue una coincidencia? Sea de ello lo que fuere, para la posteridad quedó Calderón de la Barca como autor del dicho “los sueños, sueños son”. 
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La columna del señor Jaime Escobar Herrera (LA PATRIA, 30/10/2022) me proporcionó tres temas para estas apuntaciones: el primero, de esta afirmación: “…solo han tratado el tema los representantes de gobierno y de los ganaderos con intensión de vender…”. Quizás porque el corrector del sistema no le subrayó ‘intensión’ en rojo, después de escribirla en lugar de ‘intención’, siguió entretenido tecleando. Y no le llamó la atención, porque es un término castizo (del latín ‘intensio-onis’ –‘acción de estirar, de tender; tensión’–), que significa “Grado de energía de un agente  natural o mecánico o de una cualidad”. Entre paréntesis, esta definición ya no aparece en la vigésima primera edición de El Diccionario (1991), y fue reemplazada por la palabra ‘intensidad’, tal vez porque ya estaba en esta entrada de la misma fuente. E ‘intención’, el término que debió emplear para expresar su idea, quiere decir, entre otras cosas, “determinación de la voluntad en orden a un fin”. Y viene también del latín ‘intentio-onis’ –‘esfuerzo hacia un fin; intención’–. Nota: en latín, ‘intención’ tiene también los significados de ‘intensión’, a saber, ‘acción de estirar, tensión’, quizás porque ambos términos vienen remotamente del verbo latino ‘tendere’ (‘tender, desplegar, desenvolver; continuar, prolongar; esforzarse’), cuyo supino tiene las dos formas ‘tensum’ y ‘tentum’. Particularidades de los idiomas. 
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El segundo, el ‘sin sentido’ de la siguiente oración: “…estamos en mora de suministrarles el infinito número de carencias que sufren desde los sitios de trabajo…”. Semejante a esta frase: ‘Suministrarles huecos a las calles de la ciudad’. Culpable de este ‘sin sentido’ fue la elección del verbo ‘suministrar’ (“proveer a alguien de algo que necesita”) en lugar de, por ejemplo, ‘remediar’ (“socorrer una necesidad o urgencia”), o ‘suplir’ (“cumplir o integrar lo que falta en algo, o remediar la carencia de ello”). Y buscando, buscando, encontrará otros verbos apropiados para ese fin, porque dicen que ‘el que busca encuentra’. Y leer y releer, y volver a leer y a releer lo escrito. 
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 El tercero, el empleo del comodín ‘donde’ (adverbio de lugar) en una oración que entraña tiempo, y el uso de latiguillos omnipresentes y fastidiosos (‘tema’ y ‘por parte de’): “Por estos días donde el tema de reclamos de tierras por parte de población marginada…”. Castizamente: “Por estos días cuando los reclamos de tierras por la población marginada…”. ¡Mejor, mucho mejor! El uso irreflexivo del adverbio ‘donde’ está haciendo desaparecer las locuciones circunstanciales con  los pronombres relativos ‘que’ y ‘cual’, a saber, ‘en el que’ ‘en la que’, ‘en el cual’, ‘en la cual’ y sus respectivos plurales, muchas veces, más apropiados que el adverbio para expresar la idea pretendida.