Estimado Juan José.
Uno de los artistas que en su momento mejores servicios le han prestado a la fiesta a través de su actividad plástica fue Francisco José de Goya y Lucientes, nacido en Fuendetodos un treinta de marzo de mil setecientos cuarenta y seis y quien falleció en Burdeos el diez y seis de abril del año mil ochocientos veintiocho. Fue el maestro Goya, como se le conoce popularmente, un destacado pintor y grabador español.
Hijo de un dorador de origen vasco, tierra en donde los asuntos taurinos no son del diario como en otras provincias españolas, curiosamente muestra cómo la pasión por los Toros no le llegó por herencia o legado familiar, sino más bien una pasión innata en él.
Desde su temprana juventud se dedicó a aprender el oficio de pintor en el taller del rutinario José Luzán, donde estuvo cuatro años copiando estampas hasta que decidió establecerse por cuenta propia y dedicarse, a como el mismo lo manifestaba “pintar de mi invención”, vale decir a pintar lo que le “nacía del alma”. A decir de las personas que por esa época informaron acerca de su obra esta les resultaba un conjunto de imágenes en general insólitas.
Dado su real interés en convertirse en un artista destacado, Goya y Lucientes participó en dos concursos convocados por la Academia de San Fernando, en mil setecientos sesenta y tres y mil setecientos sesenta y nueve respectivamente, con unos resultados realmente pobres, ya que en la opinión del jurado su obra no auguraba nada interesante. Aún después de este “estrepitoso” fracaso, el artista no se dejó amilanar y continuó, terco y decidido, su trasegar por los caminos del arte hasta que en mil setecientos ochenta y gracias a su obra “Cristo en la Cruz” logró ingresar a la Academia, de la cual había sido rechazado en dos oportunidades.
Tuvo el artista, durante sus primeros años como pintor, una vida bastante bohemia y disipada, en la que abundaban las francachelas nocturnas, las alegres tascas madrileñas y una que otra maja resabiada y descarada que había de ser amansada. Su vida cambia en mil setecientos setenta y tres cuando contrae nupcias con Josefa Bayeu, hermana de Francisco Bayeu, pintor también, amigo y protector suyo, quien con una vida ya consolidada pudo ofrecer al maestro el apoyo que este requería para darle un vuelco positivo tanto a su vida como a su obra.
No fue, en lo económico, Don Francisco un artista que, como muchos otros, hubiese pasado afugias económicas, hecho este que apuntaló su momento con el empleo de diseñador de cartones de la Real Fábrica de Tapices de Madrid, lo cual le representaba unos emolumentos nada despreciables para la época, de ocho mil reales. Igualmente en lo que al tema de solvencia económica se refiere, y sin dejar de lado claro está la importancia de los cargos ejercidos para su desarrollo como artista, el veinticinco de junio de mil setecientos ochenta y seis obtuvo el título de “Pintor de Rey”, lo que le representa, aparte del honor, un sueldo de quince mil reales al mes. Es por esta época que Don Francisco traba amistad por Cayetana, la duquesa de Alba, por quien siempre experimentó, como él mismo lo decía, una “fogosa devoción”.
Y ya siendo un “joven maduro” se acerca a la tauromaquia convirtiéndose en un impenitente aficionado, al cual le halagaba que las figuras de la época le brindasen Toros. Estas lisonjas afianzaron su pasión taurina y lo llevaron a producir su mundialmente reconocida obra “La Tauromaquia”, que se compone de una serie de treinta y tres grabados publicados en mil ochocientos diez y seis. Aparte de estos treinta y tres grabados que son los mas conocidos y populares se le deben añadir once adicionales que, a pesar de no haber sido revelados en la primera edición, sí hacen parte de la obra. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: Un reconocimiento para la nueva Administración Municipal, pues en el tema de movilidad vehicular el asunto ha tenido notables mejoras. Solo falta eliminar las peligrosas y antitécnicas “ciclorrutas”.