Si usted viene del mundo técnico o si es de los llamados cacharreros, quizás esta columna no sea de su interés. Hoy escribo para los menos versados en los asuntos de la tecnología, pues para quienes nos movemos allí, hablar de IA (inteligencia artificial) o del famoso Chat GPT hace parte de nuestra cotidianidad, pero de manera sorprendente para nosotros, esto no es un asunto de dominio público. Haga la prueba en su entorno.
 La IA son programas diseñados para realizar operaciones que se consideran propias de la inteligencia humana, esta se remonta a la década del 50, cuando el matemático inglés Alan Turing desarrolló una prueba para determinar si una máquina podía emular comportamientos humanos; luego en 1956 John McCarthy acuñó el término en la Conferencia de Dartmouth, pero solo hasta los años 80 se empezaron a tener avances significativos.
 La IA incluye varias ramas: machine learning (ML), procesamiento de lenguaje natural (NLP), y robótica, entre otras, y desde hace tiempo la usamos en la cotidianidad.
Sólo piense en los ‘chatbots’ de las EPS que nos recuerdan citas médicas, o en las respuestas automáticas de algunas cuentas comerciales de WhatsApp o de otros programas de mensajería. O en las instrucciones que les damos a los asistentes inteligentes como Alexa o Siri.
También en las recomendaciones que Spotify, Netflix, Youtube, o las redes sociales, nos entregan permanentemente según nuestro comportamiento de consumo. O en los algoritmos de ‘amor’ de Tinder o Bumble, conectando parejas por compatibilidad. Todos esos ejemplos son cotidianos, pero hay aplicaciones más especializadas como los carros autónomos, entre otras.
 La de moda es Chat GPT (Generative Pre-trained Transformer), modelo de lenguaje natural que va en su tercera versión, que nace en el 2015 como una iniciativa de la fundación Open AI, del magnate Elon Musk y Sam Altman, y que se fortalece mucho más en el 2019, gracias a la alianza con Microsoft. Su lanzamiento fue en 2021, de hecho, tiene datos hasta septiembre de ese año.
 Cabe mencionar que si bien por estos días solo se habla de este chat por su utilidad: investigaciones, respuestas rápidas, generación de contenidos, escritura de códigos de programación, por mencionar solo algunas. Hay un sin número de herramientas disponibles para automatizar tareas, yo por mi parte espero ansiosa el chat de Google, llamado Google Bard, el cual estará integrado en tiempo real con los contenidos del motor de búsqueda.
 
 Por supuesto, para ser coherente con el tema me apoyé en Chat GPT para la investigación de esta columna. Úsenlo, es muy fácil, basta crear una cuenta en https://chat.openai.com/chat, el secreto está en hacer buenas preguntas en esas conversaciones. Eso sí, dentro de los riesgos está el desconocimiento de las fuentes, pues Chat GPT fue entrenado para dar respuestas con 175 mil millones de patrones.
 La tecnología está para facilitarnos la vida, no para reemplazarnos, pero sin duda este tipo de herramientas representan un reto en la forma como nos desempeñamos. Está en cada quien ponerla a jugar de su lado en pro de una mayor productividad. Mientras escribía esta columna, una amiga me recomendó el libro ‘Lo imprevisible’ de la periodista Marta García Aller, que queda en mi cola de lecturas, y que aborda desde una perspectiva fresca ‘Todo lo que la tecnología quiere y no puede controlar’; dice su autora «Las máquinas se encargarán de lo previsible; los humanos, de todo lo demás».