La palabra bienestar proviene de la unión de dos términos del latín: “bene”, que significa “bien” o “bueno”, y “stare”, que significa “estar”. Es decir sentirse bien, lo que implica estar en equilibrio en varios aspectos de la vida que incluyen la salud, la felicidad, la satisfacción personal y en general la calidad de vida.
Desafortunadamente el uso excesivo de la tecnología, es uno de los factores que atenta contra el bienestar. Vivimos en la era de la hiperconectividad, según el reporte Digital 2023 Colombia de We Are Social y Kepios (https://datareportal.com/digital-in-colombia), el tiempo promedio de los colombianos en Internet supera las 10 horas por día, solo en el móvil permanecemos más de 5, y en ambas pantallas gastamos en redes sociales 3 horas y 46 minutos. Y digo gastamos, porque probablemente mucho de ese tiempo se pierde husmeando cuentas ajenas y creyendo en perfecciones de vidas, cuerpos o relaciones, que sólo existen en redes, otro atentado contra el bienestar y en muchos casos contra la salud mental, en especial de nuestros jóvenes.
Por otra parte, está el estrés originado en altas cargas de trabajo, presión social, problemas financieros, falta de tiempo, entre otras, afectando negativamente la salud física y mental. Aquí el teletrabajo, que nos dejó la pandemia, y que por cierto me encanta, hace lo suyo, pues agudizó la hiperproductividad. Permanentemente saltamos de sala en sala y pretendemos ser multitarea, cosa que no está inventada, y que en casos extremos lleva a las personas al síndrome del burnout, el cuerpo no da más.
En estos momentos es donde cobra relevancia el trabajo de Martin Seligman, psicólogo estadounidense, reconocido como el padre de la ‘psicología positiva’, cuyas investigaciones cuentan con todo el sustento científico relacionado con felicidad y bienestar.
Según estos expertos existen dos vías para alcanzarlo: la inmediata que está orientada al placer (hedónica) y la que requiere planificación y esfuerzo en el tiempo (eudaimónica).
Además, Seligman propone cinco elementos para construir el bienestar: el placer, el efecto flow (hacer lo que nos apasiona), darle sentido a la vida pensando en los demás, obtener logros personales y tener relaciones positivas, se dice que somos el resultado de las personas con las que más compartimos.
Como se conoce esto también se complementa con el autoconocimiento y con los hábitos saludables como el ejercicio, la buena alimentación, una correcta higiene del sueño y la meditación. La generosidad aparece como factor relevante. Todo esto genera reacciones químicas que inciden sobre el cerebro y su plasticidad, además de impactar la salud física.
Sin duda el bienestar es una tendencia mundial, pero al mismo tiempo es un tema de pinzas, porque acá es dónde aparecen los vende humo, que sin ningún sustento científico, ofrecen recetas mágicas y salvadoras para el tan anhelado bienestar solo con “declararlo”. Este exceso de autoayuda le está haciendo mucho daño a la humanidad. Hay que ser selectivos y tener criterio.
Yo por mi parte sigo centrada en mi autocuidado con disciplina. El bienestar se construye a diario, es un reto aprender a vivir mejor, reconociendo las dificultades y las limitaciones. Y como todo en la vida requiere voluntad. Cada quien usará los recursos que tenga a mano. Yo les sugiero que usen las herramientas de bienestar digital presentes en todos los móviles y que en redes sociales sigan a “verdaderos expertos”. Mi formación primaria es en ciencias exactas, y al sumarle mi lado académico sobra decir que para mí, la ciencia está por encima de todo.