"En el fútbol tal vez lloro, tal vez río, tal vez pierdo, tal vez sueño, o tal vez gano".
Tan impredecible es, tan inesperado y complejo, con la incertidumbre del resultado.
Con él, siempre la tensa espera, el ambiente nervioso, la polémica que alimenta la expectativa y la lucha oral entre optimistas y pesimistas.
En el Once Caldas, entre aquellos que celebraron el placentero viaje del Once Caldas hacia el umbral de la clasificación y los escépticos, viscerales, en la espiral del negativismo, con inocultable disgusto al ver al Club anclado con 28 puntos, a la espera de uno, solo uno, que ven imposible, para clasificar.
Ahora la vida en un partido, como si el fútbol fuera una cuestión de vida o muerte. Pero no lo es. Es fútbol que excita, que nos pone a mil, solo eso.
Equivale, ante el América, el próximo rival, (después de Fortaleza en el torneo alternativo) a calentar la tribuna con juego calculado e inteligente, es aprovechar la ventaja del arranque, la localía y el desencanto del rival eliminado, sin temerle, sin menosprecio a sus jugadores a punto del despido, por la eliminación.
Es establecer diferencias entre tener el balón, controlar el ritmo del juego, consolidarse defensivamente, sin pegar, sin defenderse cerca de la portería, sin descuidar zonas medias de marca y, como complemento, mejorar con criterio el volumen de ataque con otras alternativas, distintas a las que han llevado a Dayro y al equipo a su inefectividad reciente, pese a las exquisiteces creativas de Arce, solitario en su labor.
Es darle densidad al medio juego, con bloques compactos, cercanos, con repliegues intensos, sin permitir faltas al borde del área ni darle espacio a su velocidad, sin dejarse provocar. Es saber jugar con la cabeza y los pies.
Este partido no es "ensaladita light". No hay mañana, aunque ¿Quién dijo miedo?