Dayro, el ídolo, quedó a tres de la igualdad con Galván Rey y a cuatro de su histórico registro goleador.
Su juego fue irregular esta vez. No fue incidente en el rendimiento colectivo, pero si en el resultado, como ocurre siempre.
Volvió a perder el control temperamental, regresaron los madrazos y los reproches. Quizás porque tomo malas decisiones con el balón en sus pies.
En el desespero por no encontrar su rendimiento, cambió sus botines, los bendijo y en dos tiempos, en el cobro de un penalti, sacudió la red.
Fueron dos castigos máximos discutidos que Betancur, el árbitro, aclaró en el VAR, para evitar conflictos porque Patriotas, al atacar, recurrió a los clavados tramposos en el área, como anti-ética fórmula de engaño.
Por fortuna para evitar un despojo igual al del último partido, en el que al Once Caldas le sacaron el triunfo del bolsillo por una errónea decisión arbitral, que algunos no quisieron ver.
El partido se ganó desde la sensacional volada de James Aguirre (18), para evitar el gol. Había amenazado el Once al comienzo con Mateo Garcia, pero llegó incómodo a golpear el balón.
Tuvo el Blanco pasajes de buen juego, especialmente en el primer tiempo, con fútbol alegre y toques precisos que incomodaron a los defensas rivales, sin pelotazos a dividir, para dominar sin sufrir, con varias ocasiones de gol.
Entre ellas la de Mateo al palo, las infaltables de Dayro, Torres y Arce y las increíbles, por la inhabilidad frente al portero de Mera, cuando relevó a Palacios. Una vez más se demostró que Mateo García es un fajador, entusiasta, que mira con obsesión el balón, en la tarea de recuperación, bien complementado por Iván Rojas.
Se traga la cancha, contagia, levanta la frente y mira la mejor opción para armar, desde la zona de marca, las jugadas de ataque. El Once fue otro en el segundo tiempo.
No supo aguantar el balón y recayó en los pases erráticos. Sacrificó la distribución y el juego colectivo, por marca, cuando ingresó Montaño por Mateo, quien se marchó liquidado por su esfuerzo.
Asumió riesgos serios a la salida por lesión de Palacios, porque se vio obligado a jugar con dos centrales con perfil izquierdo, lo que por poco cuesta un gol, en las postrimerías del partido por el sector de Riquet.
El empate hubiera sido una humillación por las debilidades del rival y un castigo por el destemplado rendimiento en el final.
Hubo más de Gustavo Torres esta vez, al igual que de Arce, Castaño y Rojas. Poco de Mera y nada de Luis Palacios a quienes alinea Hernán Darío Herrera con preferencia y obsesión. Valora en ellos lo que periodistas y aficionados no ven.
Lamentable es la forma de Alejandro García. Nunca justificó su ingreso el que se vio como una equivocación desde la pizarra del entrenador.
Qué bien le caería al equipo en su rodaje, si lo permite la tacañería en la inversión, un delantero más.
El triunfo fue la calma en la tormenta... por ello se ve óptimo para reducir distancias, respirar mejor y porque no, para celebrar.